lunes, 3 de septiembre de 2012

Bosón de Higgs [aproximación a la felicidad cuántica]



El 4 de Julio de 2012, científicos del CERN, dijeron haber descubierto, tras años de búsqueda, el enigmático Bosón de Higgs en el Gran Colisionador de Hadrones [siglas en inglés, LHC], muy cerca de Ginebra. Tan deseada partícula es la responsable de que el resto de partículas elementales tengan masa. Fue entonces que me acordé  ella y del año que pasamos buscando nuestro Bosón, aquello que le diera peso y sentido a aquella relación que tiempo atrás nació de una supernova. Pero todos los Bosones son iguales: se desintegran fugazmente [apenas duran un zeptosegundo] y el nuestro ya había tenido su zeptosegundo de gloria. Hoy cada avenida, cada hogar, cada final de mes, cada sesión en el Congreso, es una reproducción miniaturizada de lo que nosotros experimentamos hace años, un pequeño Gran Colisionador de Hadrones [siglas en inglés, LHC] donde se busca con desazón, a veces también cerca de la dulce Ginebra, la razón de ser de estos días tristes, los motivos para albergar esperanzas, la masa de todas las partículas elementales de nuestra felicidad. Luchemos por convertirnos en quarks, adscritos al Principio de Exclusión de Pauli, acerquémonos a la velocidad de la luz y hagamos aparecer nuestro Bosón, aunque todos los Bosones sean iguales [apenas duran un zeptosegundo] y cada segundo sea diferente. Acto seguido, por descuido pasional y casi de penalti, crearemos el universo.

[Bosón de Higgs]
[aproximación a la felicidad cuántica]

lunes, 2 de julio de 2012

Lugares comunes: Los rascacielos (relojes de sol)


Tú sonreías y te entregabas al atardecer sobre Manhattan desde las alturas. 381 metros nos separaban del  maremágnum a ras de suelo de la 5ª avenida. Sobre el Empire State, la inmensidad era una brisa suave, una luz naranja, un sentimiento común que trataban de recoger los objetivos de las cámaras digitales de todos los turistas. Torre de Babel. En ese momento, el esperanto son miradas que expresan embriaguez, quizá un Stendhal sobrevenido, uno nunca sabe qué esperar de un ocaso art decó. Nosotros sobre el Empire State, su sombra sobre la Gran Manzana y el atardecer sobre nosotros. Nueva York es eso: un cúmulo de sobreexposiciones. La cúpula del Chrysler comenzó a iluminarse. Te repetí una y mil veces que aquel era mi edificio favorito y comprobamos que toda la ciudad era un homenaje al tiempo, con cientos y cientos de relojes de sol inmensos que albergaban oficinas, viviendas, habitaciones de hotel, despachos de decisiones importantes. Miramos más allá y los dos fuimos también relojes de sol, impotentes de controlar el tiempo, no más que meros testigos de su paso por encima de nuestras cabezas, de la sombra que proyectamos en los otros, de la otra vida que llevamos en las nocturnidades y las alevosías. La ciudad  fue mutándose, cambiando su piel de tacto solar por farolas encendidas y carteles de neón. Las avenidas, autopistas de estrellas fugaces; y el Chrysler iluminado, altivo, reluciente su cúpula con los tapacubos gigantes más bellos del mundo [te repetí una y mil veces que aquel era mi edificio favorito] adornando la ciudad en un ocaso que no era el ocaso, sino un renacer a la noche, como si la noche siempre hubiera estado allí, reinando en las alcantarillas y sus penumbras, concediéndonos el falso honor de ser, día tras día, relojes de sol, meros instrumentos del tiempo y las sombras.

miércoles, 11 de abril de 2012

Perdidos



Yo también viajaba en el 815 de Oceanic Airlines
que por causas desconocidas se precipitó en el Pacífico.

Marrón-tierra, tus ojos.
Verde-selva, los míos.

Olas que vienen de lejos, de antes del accidente,
me trajeron a tu isla de LOST junto al resto.

Fuerza telúrica, la tuya.
Mero magnetismo, el mío.

Quizás nuestras vidas ya se cruzaron antes
en un flashback de hace muchos años.

La Orquídea, para mí.
La Perla, para ti.

Cuando esto acabe, búscame en el avión,
envuelto en el bucle del eterno retorno.

La vida ideal



En una vida ideal, uno tendría a los seres queridos siempre al alcance de la mano o un par de barrios más allá, compartiría cervezas e inquietudes semanalmente, poniendo en común proyectos personales que acelerarían todos mis procesos creativos y con todo ello conseguiría quitarme de encima ciertos complejos y vergüenzas que me impiden hablar con naturalidad de lo que para uno es cotidiano e hiriente.

Hoy le he abierto las piernas a la ciudad y he disfrutado metiéndome dentro, a la deriva y sin control. Un acto poético de lo más sensual.

Pero la vida ideal, normalmente, solo dura una semana… 

domingo, 11 de marzo de 2012

El dióxido necesario (recuerdo de Central Park).


Pedaleabas y te hacías dueña de Central Park, sorteando corredores de footing y parejas con perro. Te rodeaban árboles que el otoño había enrojecido y un frío que no lo era tanto detrás de las bufandas y las bicicletas. Aquel día tomamos el café con Alicia y sus maravillas y nos tumbamos en Strawberry Fields a la sombra del Dakota en compañía de un Playmobil. El sol en el lago, el ojo en la cámara, la vida en derredor.

Si Central Park es el pulmón de Nueva York, nosotros fuimos eritrocitos aquel día: nos llenamos de O2 en un paseo en bicicleta y fuimos soltándolo, más tarde, poco a poco, en cada cm2 de toda la 5ª avenida.

Porque cada ciudad –sin excepción –necesita del oxígeno de sus habitantes.

En cambio, sólo algunos habitantes –sólo unos pocos malditos –necesitan del dióxido de sus ciudades de origen. Cuando eso sucede, el síndrome de abstinencia por ese CO2 en particular es brutal.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Recital "Itinerario Suicida".

Hoy sonarán en público, por primera vez, los versos de este Ciudadano B, el alma del Habitante Deshabitado.


Si quieres escucharlos, ven a realizar con nosotros el "Itinerario suicida" por las calles de esta ciudad, hoy a las 21.30 horas en:


C/ Juan Rufo, 2
(Frente a la Cuesta del Bailío)
Córdoba

lunes, 15 de agosto de 2011

Libertad en cadena


Mientras pedaleo y la ciudad pasa y me acaricia en forma de susurro, me entrego al liviano placer de sentir. El sol en mi cara. El equilibrio. La sequedad de los labios y las señales de STOP. La variación de coordenadas con la que se experimenta la más pura libertad otorgada [irónicamente] por una cadena: El movimiento circular de dos pedales traducido a través de ésta en la actividad de un piñón que convierte la energía recibida en la rotación de las ruedas que produce el desplazamiento de la bicicleta, generando en mi cuerpo, factor de fuerza en el sistema, la extraña y contradictoria sensación de levedad. Creerse viento. Ser una estela en ojos de los viandantes.
[Y tú nunca estás y tu ausencia me encadena].


miércoles, 15 de junio de 2011

Eclipse de luna roja


Desde la autovía, un pálido y tibio círculo rojizo,
apenas imperceptible con la luz de la ciudad.

Esta noche le sirve de excusa para rellenar huecos
y recordar clases de ciencias en 1º de BUP,
cuando los eclipses solo eran partes del temario
y noticias que se daban, muy de vez en cuando,
en los telediarios y los periódicos de tirada nacional.

Hoy, además, representa un motivo más
para asomarse a la ciudad y teñirse de rojo.

Su eclipse, su particular eclipse, consiste en eso:
coincidir cada cierto tiempo alineados
en sus órbitas distintas: ciudadano y ciudad.

...o cómo buscar luces en la oscuridad.

.

domingo, 12 de junio de 2011

Lugares comunes: los balcones (III)

Los sábados toca baile. Por eso, después de cenar, ella se pasa un rato en el baño escogiendo las sombras para esconder las sombras malva que sus párpados ya han adquirido sin necesidad de brochazos. Se pinta los labios, se arregla el pelo y se echa crema de manos que frota sobre su piel hasta que ésta la absorbe por completo. Se mira al espejo tristemente: no queda rastro de aquella niña pecosa y pelirroja, de ágiles movimientos y pestañas al infinito.


Él, por su parte, espera paciente en el sofá, manchas de la cena en la camisa y mirada perdida en la esquina inferior derecha del televisor. Entonces entra ella al salón lentamente, al paso que le impone aquel andador prescrito por necesidad, y se acerca a él. Le tiende las manos.

- ¿Sabes qué día es hoy? -Él le contesta con apenas un parpadeo, su mirada ahora se pierde en ella o, quizás, en otra época. -Sábado. Sabes qué toca los sábados, ¿verdad?

La sonrisa amplia de ella se le contagia y le toma las manos para levantarse del sofá con la torpeza que lo haría un hombre de hojalata oxidado. Una vez en pie, ella se aferra fuertemente a sus manos. Ahora puede olvidarse del andador, confía en sí misma cuando él está a su lado.

Aún conservan un radio-cassette de los 80, enorme, de doble pletina y de color negro, que tienen colocado en la terraza, sobre una mesa LACK blanca que sus hijos le compraron en su última visita a Ikea. Cuando salen, lo primero que hace ella es activar el play, la cinta ya está preparada y cuanto antes empiece a sonar la música, menos probabilidades hay de que él ponga algún impedimento. Comienza el baile... 




...un baile lento en el que ella tiene que marcar los movimientos. De vez en cuando él le pisa inconscientemente y ella sonríe [hay cosas que nunca cambiarán, piensa] y se entrega al balanceo de sus cuerpos, al muñeco de trapo de su marido, al dolor en las rodillas, al acogedor hueco que para su cabeza existe entre el hombro y el cuello de su compañero de baile. Llega un momento en que se olvida de todo. De sus achaques, de la enfermedad degenerativa de él, de la incomunicación entre ambos, de que la canción se acaba, de que están en la terraza de un tercer piso y de que un ciudadano cualquiera, vecino de enfrente, puede estar viéndolos, abrazados y bailando al ritmo de una música que ya no existe, y encontrar así motivos para, a la mañana siguiente, escribir un post en su blog después de dos meses inactivo.

Gracias, por tanto, vecinos de enfrente, por devolverme a esta ciudad.

martes, 5 de abril de 2011

Mes de versos (Cosmopoética 8)

Yo también quiero subirme a esa bicicleta, encender la palabra mágica, mojarme bajo el paraguas.
Yo también deseo escuchar los versos, sumar los versos, colgar los versos, respirarlos.
Yo también quiero versos y estrellas, noctámbulos, sobre ruedas, a escondidas, que florezca la poesía
en su octava edición y trasnochar en rima y caída libres sin olvidar el azahar y su explosión.

Proyecto un fin de semana desde hace años. Tal vez sea éste.









Fotos extraídas del Flickr de Cosmopoética.
Más información: http://www.cosmopoetica.es/

sábado, 26 de marzo de 2011

Decisión: Erasmus


En un impulso más fuerte que su capacidad para contenerlo rompe a llorar.

Aparca el coche de su padre, de marca japonesa (Toyota city-Aichi-Japón), fabricado en Cambridge-Ontario-Canadá, comprado a un importador en Aachen-Renania del Norte-Westfalia-Alemania, la antigua Aquisgrán. Aún tiene en su boca el sabor del café jamaicano compartido hace escasos minutos con él en aquella cafetería italiana regentada por un cincuentón de un pueblo al norte de Albacete que dio a parar con sus huesos aquí cuando su mujer, profesora de inglés en secundaria, consiguió plaza en un instituto de la región.

Derrama lágrimas tristes sobre un clínex blanco del paquete que hace un par de días le vendió un senegalés vestido de gitana y tocado con un sombrero cordobés en un semáforo de la Avenida de América. En su desconsuelo, aún le recuerda, sentado frente a ella hace apenas minutos, dándole unas  explicaciones que no quería escuchar, pidiéndole un perdón que a ella le es imposible considerar, tratando de convencerla de que aún se podían salvar…

En el móvil, la música que el ruso Tchaikovski le puso a la adaptación que el francés Alejandro Dumas hizo del cuento alemán de Hoffman El cascanueces y el rey de los ratones, rompe el silencio del interior del coche. En la pantalla táctil del teléfono de marca coreana aparece la imagen de aquel viaje a Londres: ellos dos, abrazados, sonrientes, exultantes, en el puente que sobre el Támesis diseñó el español Santiago Calatrava en 1990. Una llamada: es él.

Un nuevo y rabioso impulso incontrolable, le hace coger el móvil –aún sonando, vibrando, iluminado –bajar el cristal y lanzarlo con fuerza por la ventanilla. Lo observa volar por el aire, rotar sobre sí mismo, caer al asfalto, rebotar una y otra vez sobre el gris para, finalmente, quedar in-móvil unos instantes antes de ser aplastado por el camión de una empresa de transportes belga fabricado en Suecia y conducido por un venezolano, a juzgar por la bandera que ondea junto al espejo del copiloto. En segundos, en su cabeza, y simultáneamente a la imagen del conductor y el móvil destruido, se cruzan las palabras de él explicándole su inocente aventura con aquella chica de Maturín (Venezuela, que coincidencia) compañera reponedora del supermercado de aquella cadena alemana donde trabaja desde hace un año. Entonces piensa en aquel libro que dejó a medio leer de ese autor nacido en Tocopilla, Chile, de origen judío-ucraniano y apellido casi impronunciable donde hablaba de los Actos Poéticos.

Lo sucedido en su vida en aquellos últimos veinte minutos –concluye tras reflexionar y secarse las lágrimas –era sin duda un Acto Poético fruto de la globalización.

Entonces sonríe, arranca de nuevo su coche de marca japonesa (Toyota city-Aichi-Japón), fabricado en Cambridge-Ontario-Canadá, comprado a un importador en Aachen-Renania del Norte-Westfalia-Alemania, la antigua Aquisgrán, se esfuerza en olvidar el sabor del café jamaicano compartido hace unos minutos con él en aquella cafetería italiana regentada por un cincuentón de un pueblo al norte de Albacete, y decide que el año que viene, definitivamente, sin lazos sentimentales ni sexuales que la aten, seguirá el consejo de sus padres de solicitar la beca Erasmus para su último curso de carrera.

jueves, 17 de marzo de 2011

Necesidades asténicas

Ávido de azahar y cordura,
de sol y caracoles en la Magdalena,
de cañas en la Corredera,
de noches automáticas.

Necesito que éste sea
un fin-de-semana-Prozac.

jueves, 10 de marzo de 2011

Lugares de paso




Nada le recuerda a su punto de partida. Ni una esquina, ni una ráfaga de aire, ni un sonido al azar. Existen infinitas diferencias en cada milímetro cuadrado, en cada partícula, y cada diferencia enriquece su camino. Si las esperanzas ocuparan lugar, tendría que dormir en la calle y acabarían desplazándolo noche a noche, sueño a sueño. Sonríe cuando piensa en las golondrinas. Mire donde mire solo hay órbitas, no estaciones. Busca semejanzas en la noche y sus entresijos, pero hasta la oscuridad y sus penumbras se muestran ajenas a cualquier parecido con sus recuerdos.

Cada día descubre que sólo existe una ciudad hecha para él. 
El resto son lugares de paso.

Mientras tanto, pasea por lugares cibernéticos, teje redes sociales de corto alcance y comparte links por no gritar sus desesperaciones pasajeras. Desea que os guste, perdón por la nostagia.

[Foto: Pauu-B]

viernes, 25 de febrero de 2011

El habitante eterno (haraquiri).

Ha olvidado las avenidas grises, los autobuses de línea
 y los tickets de la O.R.A. al pasar por Deanes.
También los puestos de la ONCE y los supermercados,
las gasolineras, las prisas y los andamios.

Ahora solo quiere –necesita –ser de cal y terracota,
perderse en un laberinto para encontrarse a sí mismo,
recorrer rincones que le otorgan razones de peso
para morir en el intento de volver para siempre.

Ha olvidado las avenidas grises y las tristes esquinas,
el imperio Inditex, las oficinas y su quehacer rutinario.
Bajando por Céspedes ha decidido prescindir
de todo lo obvio, vulgar e intrascendente de la urbe.

Emulando a Aristóteles, persigue la esencia,
cada mínimo detalle que la hace única.
Así, una vez retirados los rasgos comunes de ciudad,
desnuda de despojos y trivialidades,
la utilizará como dardo envenenado
en un haraquiri desesperado y kamikaze.

Será su peculiar forma de convertirse
en parte de las ruinas y la historia.
Ser parte de la esencia,
ciudadano cosmogónico,
el habitante eterno.

jueves, 10 de febrero de 2011

Un lugar más habitable

No basta con sesión nocturna de canciones en el coche con el volumen al 22 e intentando gritar por encima de la música, ni con llegar a casa y descalzarse, ni tumbarse boca abajo en la cama. Tampoco basta darse un chapuzón de redes sociales, ni salir al aire frío de la terraza, ni una ducha caliente, ni una sesión de sofá y arrumacos y cojines que estorban y luz tenue y cierra los ojos que ha caído la noche. No basta con arañar minutos e ideas frente a un archivo Word en blanco nuclear, ni con sentir –por escasos instantes –que uno es quien es a pesar de la alienación y lo días duros. No basta con tiritas nocturnas en días hemorragia.

A veces creo que sólo un paseo por la Ribera y una caña en la Corredera harían de este mundo un lugar más habitable.



Foto extraída de la web http://pasearporcordoba.webnode.com/

sábado, 8 de enero de 2011

Lugares comunes: Los semáforos.

Trabaja en el rojo y las ventanillas. Vive y duerme en la intemperie.


Cuando tú frenas y te adentras en el atasco de las 8 menos 10, él ya está esperando tus céntimos de caridad, tu aliento de humo y prisa, tu ralentí desganado y madrugador. Con su sonrisa, su andar cansado, su gorro cómico -única protección ante el gélido desamparo de la mañana invernal - y sus ojos de esperanza férrea. Con todo ello te espera, aguarda al rojo del semáforo y tus luces de frenos, se acerca y, a pesar del cristal a modo de barrera y tu cara de apatía, sabe que necesitas sus carantoñas y mohínes, sus paquetes de clínex y sus ambientadores de pino. Cuando vuelve el verde y comienza a moverse la serpiente de coches, él vuelve satisfecho a la acera, mostrando el blanco de sus dientes en una mueca feliz. No ha conseguido ni un céntimo, pero sabe que te ha hecho reír.

En África -piensa- es más difícil sacar sonrisas que vivir en la calle. Justo al contrario que aquí.


Córdoba, Polígono de Chinales.
(Semáforo junto a la Gasolinera)
 7 de Enero de 2011

lunes, 3 de enero de 2011

Feliz 2011

El fin de año ha pasado de puntillas, sigiloso.

El habitante de esta ciudad ha dejado caída en el suelo la última hoja del calendario 2010. Deja escrito en el vaho del cristal una lista de propósitos, tal vez la voluntad de instaurar un nuevo sistema de vida mundial.

Más allá de los pesimismos y las tristezas del recién acabado 2010, más allá de las listas del paro, de las crisis económicas y las reestructuraciones financieras, de los procesos judiciales por corrupción, dopaje y separaciones matrimoniales, de las despedidas, hasta siempres y ojalás, mucho más allá de las escasas posibilidades del mundo laboral, de la desesperación por lo que nunca debió ser, de la desidia de nuestros gobernantes, de la apatía social y sus estertores... más allá de todo lo malo de este año existen muchos momentos que debemos conservar.
                                   
No ha sido un año fácil. Pero ni diez años iguales podrán con ninguno de nosotros. Hay espacios oscuros, dispuestos a albergar las sombras de esta ciudad y sus noches. Existen también avenidas, bulevares y parques donde la luz siempre existe. El ciudadano busca el equilibrio, los grises, los abrazos y la esperanza.

Y, puesto a pedir, pide un 2011 que cierre puertas de habitaciones químicas, que sumerja las tristezas de la calle en un pozo sin fondo, que inicie un proyecto de optimismo y vitalidad. Quiere que 2011 sea, no solo su año, sino también el vuestro.

Abre los brazos desde su azotea, atalaya cibernética, respira hondo, se siente en comunión con la ciudad y sabe que será así, tal y como él desea. Abraza el aire que la ciudad respira, se llena de él y sonríe. Algo, muy adentro, le ha hecho cosquillas.

Feliz 2011

lunes, 20 de diciembre de 2010

Nuevas listas de reproducción de Diciembre: Música para alimentar la morriña navideña y Música para combatir la morriña navideña


En efecto: 2 listas. Porque esta época tiene tantos admiradores como detractores, para unos y para otros una lista. El pequeño propósito era hacer dos listas con los mismos autores y distinto espíritu (“pro” y “anti” navideño).
Elijan por ustedes mismos.



Sin título

Me acorralan el frío y las nostalgias,
las soledades y los minutos muertos.

Siento su aliento gélido, robándome oxígeno,
ahogándome contra este lado del sofá,
dándome esta muerte lenta y aburrida
de la que soy espectador y protagonista.

Me rodea este vacío de ganas y esperanzas,
este aburrimiento cruel que me hace escribir
estupideces, necedades y simplezas.

martes, 30 de noviembre de 2010

Lugares comunes: las aceras.

Aceras

Existe una ciudad distinta a uno y otro lado de las aceras // aceras
que dividen cada calle en los lados contrarios de una // misma cosa.
A un lado los números pares, kioskos y estancos // al otro
los impares, cafeterías, y una ténue esquina // donde un día
// siempre dije adiós. 

viernes, 26 de noviembre de 2010

Caminantes y paseantes: homenaje al flâneur

Observa a la muchedumbre y se entristece. Hundidos en su aburrimiento y la rutina de cualquier miércoles, los ciudadanos cruzan pasos de cebra en tropel, desplazan sus cuerpos por las aceras buscando portales determinados y caminan apresurados hacia edificios de oficinas o instituciones públicas. En su desenfreno ordenado e impetuoso, de origen laboral o espiritual, todos olvidan la esencia. Por eso se entristece: entre la aglomeración y sus vorágines, la mayoría pierde la capacidad de observación y disfrute simultáneos, la aptitud para admirar las maravillas que la ciudad les ofrece. Inmersos en sus historias e histerias, toda la ciudad es desierto, un gris y vasto desierto para ellos.



Por una lado, piensa mientras los observa, diligentes e inconscientes de lo que les rodea, que tienen, en gran medida, suerte de vivir inmersos en esa inconsciencia. A ellos les daría igual cualquier ciudad del mundo, su forma de actuar no cambiaría. Para ellos la ciudad no les influye, las aceras de Manhattan son iguales que las de Munich, los portales de Birmingham son muy parecidos a los de Amsterdam y así sucesivamente. Y eso, en parte, les hace afortunados, ajenos a la desgracia del desarraigo. Todos caminan, ninguno pasea.

Por el otro lado, pensando en sí mismo, se sabe afortunado. A pesar del desarraigo. A pesar de que necesite la ciudad a modo de su Prozac particular. A pesar del spleen post-euforia después de cualquier paseo a la deriva por sus calles. A pesar, incluso, de este síndrome de abstinencia que le induce un estado continuo de dolor agudo y visceral.

Él, al menos, es consciente del espectáculo urbano a cualquier hora, de las extraordinarias imágenes, del show que esconde cada vuelta de esquina, de la magia que impregna cada piedra, cada substrato, consciente de que pasear a la deriva es uno de los placeres que la ciudad otorga.

Y desea tanto volver para dejarse llevar…

 (Foto: Paula B.)

domingo, 21 de noviembre de 2010

Cumpleaños

Caen del cielo, como confeti. Desde algún lado más allá de las azoteas, alguien ha lanzado centenares de papeles con un poema, a modo de felicitación para el habitante de horas bajas:


Cumpleaños

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en el aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños
Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

Lo firma un tal Ángel González... que jodido el tío, ha dado en el clavo.

viernes, 15 de octubre de 2010

Lugares comunes: las plazas.


A veces, mira para atrás y ve una plaza con bancos en un barrio de la periferia, donde un día contuvo la respiración más segundos de la cuenta. Era su técnica infalible para ver pasar los trenes, para no confundir señales, para no equivocar los gestos: contener la respiración.
Mira atrás. La plaza. Un banco. Ella.
La vida –piensa –normalmente la marcan los grandes momentos –el primer diente, el primer amor, el primer suspenso, la graduación, aquellas vacaciones, el primer hijo… –sin embargo, pasamos de largo pequeños momentos que también nos marcan. Son breves instantes, apenas segundos, en los que se fraguan, quizá, decisiones, grandes y pequeñas, que influirán mucho o poco en el resto de nuestra vida.
Esos segundos él los pasaba aguantando la respiración –se pregunta qué sería ahora de él de haber tomado aquellos trenes en vez de perderlos. –Por eso, a veces, mira atrás y ve una plaza con bancos en un barrio de la periferia, y es consciente de que allí frente a ella, casi en actitud autoprotectora, tal vez algo miedosa, quizá prudente o en exceso racional, contuvo la respiración durante unos segundos. Los segundos precisos para dejar pasar un tren, o quizás para no equivocar los gestos, o quizás, simplemente, para recordar siempre aquella plaza como la plaza de la respiración contenida, del pecho en un puño, de las oportunidades perdidas.
Mira atrás y ve la plaza. Recuerda algún silencio prolongado entre ellos, miradas huidizas, la respiración contenida para mantener la amistad inquebrantable. Recuerda que se levantó y soltó el aire cálido que había escondido durante segundos en lo más profundo de sus pulmones, en el alvéolo más recóndito. Aún sentada, ella sonreía.
Y su sonrisa seguía siendo la misma y nada había cambiado.
O lo que es lo mismo: un nuevo tren se perdía a lo lejos.

City Sounds: Música para pisar hojas (Lista reproducción Octubre)

La nueva propuesta para la banda sonora de esta ciudad. Lista de reproducción mensual del Ciudadano B (vía Spotify). 

Octubre'10 : Música para pisar hojas.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Héroes

De sobra sabe que llegará Diciembre con las sonrisas más grandes del mundo.

Hasta entonces, hay una inmensidad de calles desconocidas que recorrer, un inventario improvisado de puentes sobre aguas turbulentas e infinidad de esquinas por torcer hacia lugares hasta ahora no visitados. Todo ello es temporal, a veces la ciudad puede mostrarte su cara menos agradable... pero llegará el invierno, y de este otoño que aún está por venir solo quedarán sus huellas, hojarasca sobre las aceras, recuerdos con sabor a lluvia y la adorable sensación de que habremos vencido, como reyes del invierno, a la estación de los trenes sin andén, las vías de Dexametasona, las hojas marrones sobre los parabrisas de los coches de nuestra avenida.

“Volveremos de las ciudades quemadas  
y seremos los fantasmas de nuestras propias
palabras”     
(Leopoldo Mª Panero, Audere)  




La Polaroid Bipolar (presentación con retraso).


Hace 2 meses nacía un nuevo proyecto con el que, mi hermana y yo, tratábamos de poner en común las creaciones, fotográficas por un lado y literarias por otro. De todo ello, y de forma prácticamente improvisada, nació LaPolaroidBipolar, nuevo blog en el que se integran textos de este ciudadano al que ya conocéis y las fotos de Paula, otra habitante más -en un rincón privilegiado- de esta ciudad.

Por un lado, perseguimos estrechar lazos. Por otro, persigo potenciar su recientemente hecha pública afición.

Espero que os guste la iniciativa.

Saludos

lunes, 30 de agosto de 2010

Lugares comunes: Barras de bar (II)

CHINCHETAS

Bárbara lleva un bar, el Bara, con la barra de bar más peculiar de la ciudad. De madera oscura barnizada originariamente, Bárbara ha “customizado” su superficie agregándole chinchetas que clava manualmente, consiguiendo un toque de lo más chic para su local de copas y que contrasta a la perfección con esa mirada triste que tanto poder de atracción tiene sobre toda su clientela.
Las malas lenguas dicen que lo de las chinchetas empezó el día que un tal Roberto, su socio, compañero y pareja hasta entonces, abandonó el negocio para abandonar a Bárbara. La destrozó. Durante meses trató de olvidar a Roberto y sobreponerse, atrincherada en su barra de bar bajo aquella chincheta clavada. Pero Roberto fue la primera. Luego vinieron todas las demás. Dicen que Bárbara recuerda el nombre de cada chincheta, las caras siempre intenta olvidarlas. Juega con ellas, creando un inmenso mosaico de cientos de redondos rostros metálicos sobre su barra de bar con el fin de olvidar el primero y perderlo entre tantos otros.
Anoche me obligó a clavar mi chincheta particular –su última victoria –haciéndome prometer que no volvería por el local. A estas horas ya me habrá olvidado y yo solo seré otro pequeño fragmento de su historia chic de barra de bar.

lunes, 2 de agosto de 2010

Inventario de pérdidas

Yo la miré por última vez Ella pidió un taxi
Con su portazo solo quedó la inercia de lo nuestro cenizas de lo nuestro silencio de lo nuestro Y me negué a llevarlo con un mínimo de decencia u orgullo Agoté las reservas de alcohol del mueble-bar aporreé las paredes destrocé a patadas los sillones 2+3 pagados a plazos de aquella habitación el cristal de la mesa hecho a-ñ-i-c-o-s desnudé las paredes arremetiendo contra los cuadros y espejos
Finalmente y hasta pasadas las 20 pm lloré consciente de mi pérdida
Se llevó mil seiscientos ochenta y tres días toda su ropa interior mi muestrario de proyectos incumplidos para siempre nuestro Volkswagen Passat su móvil 3G los labios más dulces del universo la mirada más obscena ese CO2 suyo que yo inhalaba como broncodilatador su forma de abrir los tetrabrik la receta secreta del bizcocho de limón el agua de peinado ese pestañeo espectacular una de mis mastercard la tarjeta del médico y todos
    todos
    todos
    mis signos de puntuación