lunes, 9 de noviembre de 2009

Checkpoint Charlie


Terminó de cenar rápido y salió a la calle. Se unió a la muchedumbre que avanzaba en dirección al tercer paso fronterizo del muro, donde los "vopos" miraban, sin entender nada, la incomprensible situación y trataban de contactar con sus superiores buscando explicación a aquel mar de personas que se agolpaban.

Entonces se le ocurrió pegarse al muro. Al otro lado todo era desconocido, pero a ciencia cierta mejor. Algunos empezaron a trepar por la pared, ayudándose entre ellos. Al alcanzar la cima, observaban la magnitud del hecho, se sentían protagonistas -por fin -de la historia que deseaban.

Sin encontrar gran oposición, la gente cruzaba el Checkpoint. Él decidió unirse a los de arriba, a los escaladores. Sin apenas esfuerzo, empujado por tres o cuatro manos que parecían miles, ascendió a la cumbre de hormigón. La visión era abrumadora.

Alguien empezó a golpear el muro con una maza enorme que hacía temblar el lugar en el que estaba detenido, disfrutando de aquella noche que guardaría para siempre en su memoria de momentos inolvidables. Un tipo con bigote le echó el brazo por encima del hombro y empezó a saltar a su lado. La fiesta contenida de la libertad. Muchos abajo seguían asestándole golpes rotundos a aquella mole de hormigón que empezaba a resquebrajarse. El muro, él lo sabe, no se cayó. Lo derribaron.

Al día siguiente, la ciudad era más grande y él despertó con resaca en un parque del otro lado del muro.

Hoy descubre que la memoria alcanza 20 años.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Pretéritos infuturibles (lamentablemente)

Se ha levantado a las 9 y, después de desayunar y de tomarse su colección de pastillas-para-estar-buena, ha hecho la cama en un "plisplás", se ha puesto el traje de falda y chaqueta azul –azul apagado, que le dice ella –se ha aplicado coloretes en las mejillas y se ha pintado los labios de color rojo-rojo. Muy rojos. Es el color que utiliza los días que se siente fenomenal.

En el ascensor, ha ido soltando sonrisas a los vecinos que iban montando en las distintas plantas conforme el aparato bajaba. No han hablado del tiempo. Tampoco de la crisis. Ni siquiera nadie ha preguntado por la salud de nadie. Todos callaban y ella simplemente sonreía.

Cuando ha salido a la calle, el cielo tenía un azul muy intenso –todo lo contrario que su traje –y ha pensado “pues hace un día estupendo”. Ha paseado por el parque despacito, pero aún así ha tenido que pararse a descansar dos veces. Ha hecho la compra, de la que previamente había confeccionado una lista:

Yogur soja

Espárragos blancos

Filete ternera

Jamón Llor

COVAP (semidesnatada)

Calabazin

Peras O ubas.

Estropago

Se lía, a veces, con las “bes-altas” y las “bes-bajas” y con muchas cosas más, pero le enorgullece entender su letra redonda, algo tosca y, en ocasiones, temblorosa.

El día ha seguido redondo cuando al pagar en Caja le ha tocado un vale con un 5% de descuento en productos de limpieza para la próxima compra. Loca de contenta, ha subido a casa, ha colocado cada cosa en su sitio, y ha vuelto a bajar a la calle.

Para rizarse el rizo se ha metido en la peluquería. Ha visto las fotos del Diez Minutos –el Príncipe cada día está más guapo, piensa –y ha escuchado la historia de una vecina a la que, precisamente, no se le ve “el pelo” desde que le tocó la lotería el verano pasado. Después se ha peinado y le han echado laca de la buena, para que le dure. Cuando ha salido eran ya las dos y media, no tenía la comida hecha pero le ha dado igual. Todas en la peluquería se han tragado su broma de que se ha echado un novio.

A su edad!

De vuelta, en el ascensor, aún se reía para adentro.