lunes, 29 de diciembre de 2014

Vida paralela

Foto extraída de http://parqueoeste.wordpress.com/

Hay una vida paralela a estos versos.
Una vida en la que pago mis facturas,
me abducen los horarios laborales
y el tedio de entresemana,
y me dejo caer en rutinas e inercias
que nada saben de poemas ni heridas.

Una vida paralela a esta otra
de vísceras, cicatrices y desgarros,
que corre casi ajena a este escozor
de ojos, garganta, corazón-abismo,
y a los alaridos mudos de tímida lírica
desmedida, vítrea, de frágil f(r)actura.

Hay una vida paralela a estos versos.
Una vida de hipotecas y tipos de interés,
maletas, ropa de plancha y compras semanales.
Una vida a ras de calle, paralela a esta otra
que siente, que ama, que se desangra
subterránea, de fulgor umbrío, descauterizada.

Caigo en la cuenta: puede que me equivoque
y no sean tan ajenas la una de la otra.
Quizás ambas vidas, además de paralelas,
respondan también a cierta relación lógica
de causa y efecto.
Puede que exista entre ellas un equilibrio

que evita que todo caiga por su propio peso.

martes, 25 de noviembre de 2014

El fin justifica los comienzos


Intentó encajar el golpe con dignidad, pero aquella era la mujer más especial que había cruzado por su vida. Aquella lección sería dura de aprender, pero tenía que haber una fórmula mágica que la hiciera desaparecer a toda ella, a su físico y a su química. Finalmente, tras cruzarse con otra belleza rubia en la misma barra donde minutos antes la mujer de su vida le decía que no, encontró el teorema que justificaría todos sus fracasos. Mientras se preparaba para atacar a su nueva presa, asimilaba la derrota anterior repitiéndose hacia dentro: “lo nuestro empezó porque tenía que acabar”.

lunes, 3 de noviembre de 2014

P2P

Este verano, a primeros de septiembre, salía el cuarto número de la revista "Acantilados de Papel" y me daban la noticia de que dos de mis poemas habían entrado en la sección poética. Uno de ellos, que hoy os comparto aquí, se titula P2P. ¿Alguien se acuerda del Napster, del BitTorrent, del eMule? Pues eso: P2P, Peer to peer, red de pares, red entre iguales... 



P2P (Peer to peer)

Es posible que consumas todos mis recursos
en cada noche de sábanas, susurros y tu red de tela de araña,
que ocupemos el espacio libre, que no nos quede nada
excepto los labios y los nodos y nuestras conexiones “ad hoc”.

Tendremos que inventar un nuevo Napster particular.

Este intercambio de emociones podría colapsar
los servidores más potentes del world wide web,
y poner en peligro la estabilidad mundial, la seguridad cibernética,
la integridad de los sistemas operativos más avanzados.

Más vale un backup a tiempo, por si acaso.

Saltémonos los protocolos http y acudamos
a anudarnos las lenguas hasta que ni el sentido común nos responda.
Probablemente deberíamos publicitar las bondades de esta estrategia,
esta red cerrada y tan abierta, tan autosuficiente.

Reconozco mi debilidad por este amor tan P2P.

A ciertas horas, después de tanto intercambio,
promesas, pies fríos y manos calientes,
podemos alcanzar el estado del servidor colapsado, la cama en llamas,
los cuerpos erizados, las manos y las miradas desgastadas…

Si me quedo colgado ya sabes lo que tienes que hacer:

Ctrl+Alt+Supr

         finalizar procesos

                                               y reiniciar.

sábado, 4 de octubre de 2014

Las pequeñas cosas

Os comparto aquí el poema que el Colectivo Iletrados me ha incluído en su Manifiesto Azul nº15 y que presentaron en sociedad el pasado 19 de Septiembre. Podéis leerlo entero pinchando aquí. Os dejo con el poema Las pequeñas cosas:


Sentir, aún dormido, bajo las sábanas,
el cálido centímetro de aire que rodea
la piel que te abraza, tu proximidad.
Observar tu reflejo en el espejo,
desde la puerta del baño,
mientras te ahumas los párpados
y coloreas tus labios en Russian Red.

Las pequeñas cosas
hacen de esto algo grande.

Combatir la crueldad de los sofás
con más plazas que personas,
escurriéndonos a su rincón más angosto,
la postura siempre complementaria
de tu cuerpo y el mío en abrazo infinito,
abandonados a la monótona cadencia
de los informativos y sus tragedias.

Pequeños tesoros
al borde justo de las rutinas.

Frecuentar el vértice de tus miradas,
la milésima de segundo que transcurre
entre el contacto de tus yemas
y el proceso que lleva a mi cerebro
a hacerme consciente de tus caricias.
Adoro tus besos de semáforo en rojo,
los latidos de inercia, motor al ralentí.

Un enorme universo
de pequeños gestos.

Las estrellas fugaces que habitan
en el brillo de tus ojos, el manojo
de sueños que hemos hecho realidad.
Llegar a casa y encontrarte en mi vida,
las cosquillas de tus pies, el aire que respiras,
las nubes con tu nombre, tu voz,
la colección de pequeñas cosas que forman

esta convivencia
que llamamos amor.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Lluvia de letras

Sucede a ras de calle, se habla de ello en los aseos, en las Azoteas que desaparecen en el firmamento, en barras de bar, cafés-cineclub, y hasta en lavanderías. Ha empezado a llover literatura y se escurre por los tejados y cañerías, se desliza por las fachadas de edificios sedientos, salpican los charcos al paso de coches y motocicletas y niños con botas katiuskas. Cae desde muy alto, las nubes negras con sueños vuelan casi-casi por la estratosfera y se precipita sin apenas violencia, como acariciando, una lluvia suave y en la que a uno le gusta naufragar. Se nos cuela entre las baldosas sueltas de las aceras, en los buzones, se filtra por el asfalto hacia el interior, nos empapa el pelo, nos cala los huesos... 

Inunda la ciudad.

Desde hace diez años hay quien se preocupa en esta ciudad de sacudir esas nubes negras para provocar tormentas, las precipitaciones de prosas y versos, acercando la literatura al peatón, bajándola de ese pedestal en el que se le coloca a veces y poniéndole los pies en el suelo sin arrebatarle un ápice de importancia. Los responsables tienen nombres y apellidos pero se hacen llamar "Colectivo Iletrados".   Llevan dando guerra diez años -¡diez!- que han dado para mucho, desde clubs de lectura, hasta recitales en lenguaje de signos, pasando -cómo no- por las 15 ediciones de su Manifiesto Azul, "fanzine de literatura e inquietudes varias".

Imagen de Anthony Méndez
El viernes pasado tuve la fortuna de participar en la presentación de la publicación nº 15 de dicho Manifiesto Azul, en la que he podido colaborar con un poema, y la respuesta del público fue tajante: les encanta esa lluvia de la que os hablaba antes. El poder de convocatoria, la puesta en escena y el ambiente de expectación generado así lo pusieron de "manifiesto" el pasado viernes en el Café de Ficciones, en Murcia. A la gente le gusta la lluvia y por mí, que siga cayendo a mares, no diez ni veinte, sino mil años más.

Gracias, iletrados, por permitirme/nos nadar en los charcos.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Compañeros de herida

Te he dejado un abrazo de despedida anticipada, una última mirada conmovida y un tarro colmado de luciérnagas, por si algún día te quedaras a oscuras [romper antes de usar]. Un mundo nuevo te espera al otro extremo de ese vuelo, más allá de aeropuertos y becas de estudios, de maletas prestadas con kilos de más. Más allá de una noche de nervios previa al día de avión, te esperan otras muchas más con un sentimiento extraño anudándose a tu garganta y los cuatrimestres. A partir de hoy, hermana mía, compartimos herida, nostalgia y esperanzas. El desgarro de una amputación visceral y algo romántica, la comunicación virtual, el tobogán de subidas y bajadas de ánimo. Compartimos distancia, pero no dirección, compartimos desarraigo, pero no coordenadas, compartimos esta sensación de vacío en el lugar en el que antes crecía la hierba de las rutinas familiares y los abrazos. A partir de hoy, sangraremos juntos –hemorragia sin remedio –aliviaremos con Ibuprofeno esta cefalea de ausencias y lejanías. Compartimos herida. Sangramos juntos, nos salvamos juntos

martes, 19 de agosto de 2014

La décima de segundo (cuatro años después)


Existirá siempre aquella décima de segundo
que marcó el antes y el después.
La incluiremos en nuestra colección
de puntos de inflexión determinantes,
porque será imposible engañarnos
y hacer como si jamás hubiera sucedido.
Habrá que convivir con ese perder la inocencia,
ese revés invisible, ese estrellarse contra el sueño
y despertarse de golpe,
ese sentir el miedo de cerca.

Ya para siempre existirá el pequeño decimal
que separa la vida sin conciencia de peligro
y aquella repleta de fantasmas y huracanes,
aquel instante que nos convirtió
en valientes a la fuerza,
héroes de poca monta
abocados a la guerra sin cuartel.
Un instante de lágrimas en tu móvil
y náuseas en mis nudos de garganta.

Existirá siempre aquella décima de segundo,
que, grabada a fuego, muy adentro, nos recordará
que esta cuerda floja nos mantiene en equilibrio
de forma temporal y caprichosa,
que somos estrellas fugaces, Perseidas tal vez,
partículas infinitesimales en desvanecimiento,
que todo es tránsito, riesgo, azar, caos,
que incluso este poema de versos tristes
tiene también fecha de caducidad [desconocida].

jueves, 14 de agosto de 2014

El camino dificil

 Yo elegí el camino difícil.
El de la distancia y su alambre de espino,
la senda de ausencias y sombras,
la de los momentos de desazón
en el hueco que dejan los abrazos
que no se dan a tiempo.

Yo elegí el camino difícil
de monstruos y zarzas y brújulas rotas,
el de las lágrimas a escondidas,
el sendero de baldosas torcidas,
el atajo más largo para intentar llegar
al mismo punto de inicio.

Yo elegí el camino difícil.
El de los barrancos de nostalgia
con vistas a un alminar ocre y testarudo,
la vereda sinuosa de serpientes
que muerden y aprietan y mudan
la piel de los buenos recuerdos.

Yo elegí el camino difícil.
Emprendí hace tiempo mi propia Odisea,
la ruta de las Indias más allá
de un océano de vértigos y ausencias,
el trayecto menos plácido, el más incómodo.
El esdrújulo y melancólico camino de vuelta a casa.

martes, 22 de julio de 2014

Noches-ola, días-espuma

Hay noches redondas. Se instalan a la hora de una cena con vistas a la Ribera, entre las amapolas y las cervezas, con amigos, sin prisas (los niños están a buen recaudo). Se despliegan al abrir las servilletas, de papel del bueno, y al caer el día, cuando se nos anima el vino, las lenguas, las risas. Las noches redondas. Se vierten poco a poco sobre las pupilas que han visto, compartido, vivido, durante muchos años las mismas cosas y se agitan con ese aire fresco que nos pilla a todos por sorpresa un 19 de Julio por estos lares. La temperatura acompaña a las buenas compañías. Algunas buscan refugio, pero la democracia entre amigos supone pasar algo de frío nocturno por ir tan frescas. Hay noches redondas como copas de gin-tónics, como lunas invisibles, como círculos personales que describimos a ciegas hace mucho mucho tiempo. Noches redondas que quieren acabar donde hace mucho mucho tiempo, cuando no teníamos ni la mitad de confianza, cuando éramos el doble de inocentes, cuando empezamos a encontrarnos. [Pero el Under nos traiciona, su reapertura aún tiene que esperar]. Las noches redondas, a las que casi siempre me lleváis a rastras, noches que son olas, que empiezan en el río, que suben y suben, que rompen en pleno centro con el cansancio acumulado de las otras madrugadas que se parten siempre en dos, noches redondas que nos terminan despertando en días-espuma, que se esfuman tranquilos, a la orilla de los años, donde siempre os espero.



martes, 1 de julio de 2014

Lugares comunes: los centros de ciudad

Hemos paseado tantos centros de ciudades que visitábamos por primera vez, que casi he perdido la cuenta. Caminar, mimetizarse en el entorno, descubrir el corazón de las ciudades a través de sus arterias principales, sus plazas con terrazas abiertas al sol, la vida escondida en autobuses urbanos y cafeterías de media mañana.
Hemos paseado tantos centros, incluso los de nuestras propias ciudades, tan distintos ambos, abandonándonos al placer de sentir el bombeo mudo de cada centro, ese correr constante de Madrid, la tranquilidad de los canales de Delft, el bullicio de Venecia o las postales móviles de París, la Grand Place de Bruselas y sus terrazas en días de lluvia, el Bérgamo más medieval, las laderas de San Francisco y su pier 39.
Hemos paseado tantos centros que alguna vez perdimos el norte y acabamos encontrándonos frente a frente con sólo sábanas de por medio. La vida a veces es tachar ciudades de una lista de deseos, recorrer un itinerario de centros de ciudad que nos muestran su epidermis a ras de asfalto. Con ese afán –vivir, después de todo –memorizamos en su día los centros de la cosmopolita Londres, la pequeña Évora o el inmenso Manhattan, la decadente Venecia, la iluminada Lisboa, la Barcelona más gótica. Cada centro deja un boceto esbozado del espíritu de su ciudad, cuelga su intrahistoria de las fachadas, como ropa interior tendida al sol, nos muestra los habitantes y sus rutinas, fiel reflejo de esa vida que fluye de cada portal, cada boca de metro, cada oficina de viernes a mediodía.
Hemos paseado, al anochecer, por el centro de muchas ciudades que hemos descubierto juntos. Todas las ciudades tienen un centro y en todos los centros estás tú.


lunes, 9 de junio de 2014

Brooklyn

Foto: LucíaSB
Le hemos puesto nuestro nombre
a un banco que mira al puente de Brooklyn
y él nos ha regalado un atardecer de malvas
y rascacielos brillantes reflejados en el mar.
Visión metálica, acuática y casi boreal.

Ha existido un segundo perfecto de luz:
mientras me besabas, un atardecer en tus ojos.

Desde Brooklyn, Nueva York es una postal
silenciosa y cambiante aferrada al ocaso,
un fondo amable contra el que te recortas
mientras observo cómo el viento
juega con tu pelo y sus novedades.

Existe un puente milenario oculto
que une mis deseos y tus sonrisas.

Le robamos la luz a este atardecer
y emprendemos el camino de vuelta
entre miradas atrás y besos breves
con la Rapsodia Azul de Gershwin
como banda sonora original.

domingo, 27 de abril de 2014

Atracción lunar

Ayer te descubrí un lunar nuevo.
Un satélite en tu costado.
Circular. Pálido. Minúsculo.
Explorable sin sondas espaciales.

Podré dar mi pequeño paso sobre él,
el gran paso para nuestra humanidad, y nadie
dirá que fue un montaje.

A pesar de su condición lunar,
también ese signo de puntuación tuyo
al este de tu torso ejerce sobre mí
la inquietante fuerza de tu gravedad.

Yo, lunático de tu lunar, me dejo
atraer,
caer,

vencer. 

martes, 8 de abril de 2014

Primavera

Aún no han colgado de los naranjos el azahar,
ni de los balcones la primavera,
y el esplendor de Marzo todavía remolonea
en las penumbras y las esperas.
Se nos acumulan las necesidades
de sonrisas y flores, la astenia
nos ataca sin piedad
bajo los párpados y las pituitarias
y salimos a las aceras y las plazas
en busca del antídoto efectivo
que nos haga olvidar las tristezas.

Añoran los naranjos la flor y su perfume,
el bullicio de las terrazas y las sombrillas,
las tardes que se prolongan más allá
de los cafés, el río, y las ganas de cenar.
La gente se arremolina expectante, ilusionada,
cuchichean entre ellos, nerviosos,
con sonrisas y estrellas en los ojos.
Saben que el milagro puede suceder
en cualquier momento, que sería trágico
parpadear y perderse
la primaveral explosión de la ciudad en flor.


martes, 1 de abril de 2014

Confeti



Uno, por ejemplo, puede ser mayor y llorar. Pero siempre a solas.
* * * * *
Ella se acercó a la mesa cuando todos salían. Sonreía y me ofreció “si quieres, puedo enseñarte un truco para que se cumplan tus deseos”. Mientras metía el material de clase en el maletín y el aula se iba vaciando de personas pequeñas con grandes mochilas, me detuve a sopesar la oferta de aquella niña durante unos segundos.
- ¿Ah, sí? ¿Y se cumplen de verdad?
- Claro, ya te lo he dicho: –y bajaba la voz –es un truco.
Era mi primera experiencia como tutor de un curso. Después de más de tres años deambulando por colegios de pueblos hasta entonces desconocidos para mí, logré encontrar una plaza fija en un colegio de mi ciudad natal. Primero-bé era un grupo de once niños y catorce niñas, una de ellas Marta.
- ¿Y vale para cualquier deseo?
Marta se encogió de hombros, sin atrever a dar una afirmación tan contundente, limitándose a afirmar: “a mí, de momento, me ha funcionado”. Con tales argumentos uno no puede negarse a conocer las técnicas ocultas para conseguir lo que se desea, por lo que le insté a que me mostrara aquella habilidad secreta que tan amablemente se había ofrecido a compartir conmigo.
- Es muy fácil. Coge un papel. –Lo arranqué de mi cuaderno. –Bien, ahora escribe el deseo que quieras que se cumpla. –Lo escribí. Y entonces, un recuerdo…
* * * * *
Sucedía también en una clase. Por aquel entonces, yo era uno de esos mocosos con heridas en las rodillas o manchas de bolígrafo en las manos. Probablemente estábamos en primero y hacía calor, porque llevaba aquella camiseta de rayas y las ventanas estaban abiertas de par en par. En el patio no había nadie y ella me explicaba lo que había que hacer:
Ahora lo escribes y doblas el papel dos veces por la mitad y me lo das.
Ella lo cogía, y se daba la vuelta con el papel entre las manos. De espaldas a mí, la veía mover los brazos bruscamente a intervalos cortos de tiempo y volver la cara hacia atrás para comprobar que yo no me movía ni intentaba ver lo que estaba tramando. Después, giraba de nuevo con una mano atrás y otra delante con el puño cerrado.
Ahora tienes que pensar muy fuerte, muy fuerte, en lo que has escrito. Y darme la mano. Y pensar muy fuerte muy fuerte.
Me dio la mano que llevaba a su espalda y me miró.
¿Estás pensándolo muy fuerte muy fuerte?
Cuando asentí se llevó la mano que no agarraba la mía a la boca.  Sopló fuertemente por el hueco que dejaba su dedo índice apretado contra su pulgar y sucedió la magia: cientos de papelitos salieron de su pequeño puño volando por la ventana, al aire cálido de aquel ¿mayo? ¿junio?, da igual. El caso es que mi deseo nunca se cumplió.
Recuerdo que aquel día, al llegar a casa, lloré encerrado en mi habitación sin saber exactamente la razón.
* * * * *
- ¿Vas a escribir algo más?
- No. –Me había quedado bloqueado durante el tiempo que duraba mi recuerdo, olvidándome por completo de la pequeña Marta.
- Vale, entonces dámelo. –Seguía un poco ausente, pensando en aquel recuerdo, hasta entonces casi olvidado para mí. –El papel.
Tal y como había supuesto, Marta me mostró el mismo truco que mi compañera de primero. Se llamaba Natalia. Natalia Celdrán Dávila. Marta sopló por la ventana que había junto a mi mesa y mi deseo, fragmentado en pequeños papelitos voladores, salió flotando en dirección al lugar donde descansan los deseos que no se cumplen.
- Ya está. Se te cumplirá.
Intenté dibujar una expresión de emoción, a sabiendas de que el truco, en realidad, no funcionaba. Ella me miró, casi triste, como dándose cuenta de que su intento por alegrarme el día había fracasado.
- Alberto… ¿puedo darte un beso?
Y me desarmó con un beso y un abrazo.
Aquel día, al llegar a mi apartamento, lloré. A solas. Cumplía treinta y cinco años.
* * * * *
Dos años antes, el día de mi cumpleaños cayó en miércoles y Gabriela y David venían a verme para celebrarlo juntos en aquel pueblo en el que trabajaba. Gabriela era la madre de David y la mujer a la que cuatro años atrás le había hecho acreedora de mi “sí, quiero” particular. Yo nunca cumplí treinta y tres años, porque aquel año me quedé sin cumpleaños, sin mujer y sin hijo. La carretera era peligrosa, poco iluminada y con tendencia a las heladas en los meses de invierno. No puedo echarle la culpa a ningún conductor borracho, ni temerario, ni siquiera a Gabriela por haberse distraído… simplemente pasó, el asfalto se volvió hielo y el Volkswagen azul se convirtió en una fiera sin control que acabó empotrándose contra un camión que venía en sentido contrario.
* * * * *
No deberían permitir a hombres tristes dar clases en primaria.
Al día siguiente, en el recreo, Marta se acercaba con su risa puesta, sus trenzas, pecas y un pequeño bulto en las manos. Yo tenía la costumbre de aprovechar ese tiempo para sentarme en las escaleras del patio y observar el bullicio de niños y niñas.
- Mi mamá me ha dado esto para ti. –Una servilleta arrugada era el escondite perfecto para un par de magdalenas caseras. –Cuando estoy triste, ella siempre me hace sus magdalenas mágicas.
- Supongo que el truco de ayer también es cosa de tu mamá, ¿no?
Las trenzas se le agitaron bruscamente con su sí silencioso.
- Mi mamá sabe magia. Tuvo que aprender cuando mi papá se fue. Pero solo la utiliza para cosas buenas. – Probé una de las magdalenas. –Ayer, por ejemplo, las hizo porque le dije que estabas triste.
- ¿Y tú cómo sabes que estoy triste?
Entonces se me acercó lo más que pudo y me respondió.
- Es fácil: tienes la misma mirada que mi mamá.
- ¿Tu mamá está triste?
- Sí, pero ella lo disimula mejor que tú. Se sabe los trucos.
Y echó a correr.
* * * * *
Tuve un pálpito que me hizo citarme con la madre de Marta, con la doble excusa de agradecer la atención de las magdalenas y tantear el ámbito familiar de la niña, cariñosa, dulce, pero con un ligero aire de amargura. Era un martes, y en el ordenador, el segundo apellido de Marta, al que nunca había prestado mayor atención, comenzó a relampaguear, bailando de un lado para otro de la pantalla, jugando con mi mirada, dándole vueltas a mi estómago y deslizándose con desvergüenza por los recuerdos vagos de mi infancia:

Celdrán

            Como un imbécil, garabateé una página de mi agenda con un puñado de palabras y, riéndome de mí mismo, arranqué la hoja y la hice trizas con la decisión que maneja un jugador de cartas. Abrí la ventana del despacho y, retrocediendo casi treinta años, volví a esparcir el confeti de los deseos por el aire de la ciudad, haciéndolo revolotear, flotar, planear, mecerse, esparcirse. Caer.

            Natalia, por supuesto, me reconoció.
            Por eso aquella reunión no fue una reunión normal. Salimos del colegio y terminamos en una terraza, comentando lo que la vida había hecho de nosotros. Los dos nos habíamos casado y tenido hijos, yo perdí a los dos, ella sólo perdió al padre de Marta, que se fue por voluntad propia seguro de que todo iba a ser más fácil ingresando en un clínica de desintoxicación. Natalia se dedicaba a mantener un discreto contacto eventual para saber de él. Yo no pasaba un día sin acordarme de Gabriela y David.
            -El otro día Marta me volvió a enseñar ese truco de los deseos que se convierten en confeti. –Natalia sonreía. –Y recordé aquel día que me lo enseñaste tú.
            Quizás fue la cerveza, quizás los treinta y cinco años, quizás el sol, pero después de dos horas de hablar de nosotros, de su hija, y de todo lo acontecido:
            - Teníamos siete años… ¿sabes lo que escribí aquel día en el papel?
          Su mirada era una afirmación tímida y simpática, en el fondo siempre lo habría sabido…
            Y cometí el error de intentarlo. De tratar de ver cumplido ese deseo. Ella bajó la cabeza, un tanto avergonzada.
            - Lo siento –me acarició la mano con la ternura del que trata de calmar a un niño triste.
            Algo menos de treinta años después, Natalia Celdrán Dávila seguía siendo la misma niña cariñosa y a la vez inaccesible para mí.

Dos besos, sonrisas, miradas, recuerdos, me alegró verte de nuevo, suspiros, más miradas, un niño con camiseta de rayas, la cuenta, un cigarrillo, confeti-desilusión, la calle, Natalia. 
Y adiós.


Este relato resultó ganador en la XV edición 
del Premio Literario Victoria Kent, 
en su modalidad de relato. (2009).

miércoles, 12 de marzo de 2014

福島市

El pasado Noviembre tuve el enorme honor de colaborar en el nº14 de Manifiesto Azul, la publicación periódica a cargo del Colectivo Iletrados, a los que desde aquí vuelvo a agradecer la ocasión de colar entre sus páginas mi poema (Fukushima). 3 años después del Tsunami y 4 de nuestro accidente biológico, os participo los versos con su nombre:


福島市 (Fukushima)

Nuestra catástrofe particular
nos pilló haciendo planes de boda.
Tuvimos que aprender a nadar
en mitad de la tormenta química.

Un día tú también fuiste Fukushima.

Te arrasó un tsunami salvaje y violento
que dejó todas tus medidas de seguridad
tambaleándose,
y los reactores del 1 al 6 altamente afectados.

No hubo miedo ni gestos de pánico.
Solo personas luchando
por mantener la central a salvo
a pesar de los destrozos y las grietas.

Desconocían que, desde el núcleo,
Fukushima ya había empezado a salvarse
mucho antes de la gran ola.

Un día tú también fuiste Fukushima
y no quisiste salir corriendo.

lunes, 10 de marzo de 2014

Regalos en verso y acuarela

Hace poco le regalaba a un gran amigo un poema que le escribí hace más de dos años y medio. Son de esas cosas que uno guarda anotadas y al tiempo las saca, les da una vuelta y se atreve -incluso- a acompañarlas de acuarela. 


Esguince

Probablemente desesperes,
encadenado a un esguince de tercer grado
que te pide un reposo de senectud,
el empalago de los días lentos,
la quietud de cualquier fotografía.

Igualmente resistirás,
ayudado por otros que, a diferencia mía,
podrán presentarse en tu casa,
liberarte un abrazo, tender
la noche feliz en los aleros.

Finalmente volverás
a la cancha y sus rebotes, a la carga
con el paso firme, decidido
a volver a darlo todo
en el lado móvil de la existencia.

Espero que no tardes.
Espero entonces estar esperándote
allí: al final de tu impaciencia.


martes, 28 de enero de 2014

Una fecha erronea

Uno vuelve a casa después de una reunión. Lunes, 27 de Enero de 2014, 19:32 h. Autobús, línea 39, dirección norte.

Durante el trayecto, y tras la soporífera sesión de trabajo, uno se entretiene haciendo análisis de los variopintos ocupantes del autobús. El chico con el peinado imposible y los auriculares, el tipo que habla a voces por el móvil, el abuelo con calcetines claros... No es hasta casi llegar a la parada cuando caes en el luminoso que marca de forma intermitente y alternativa el día y la hora y "PARADA SOLICITADA", todo ello en rojo sobre fondo negro.



El letrero, evidentemente averiado, marca como fecha actual un miércoles, 13/03/00, 00:15 h. En un ejercicio imposible de memoria, intentas recordar qué estarías haciendo tal día a aquella hora de la noche. Miércoles y en aquella época de estudiante de seguro estarías en casa, durmiendo, estudiando o frente al ordenador. Imposible recordarlo.

Efectivamente, no lo recuerdas, pero aquel día y a aquella hora concreta, dabas por terminado el catálogo de correcciones al que habías sometido tu último relato, relato que sería, por aquel entonces, el primero con el que te sentirías realmente orgulloso y que compartiste, por primera vez, con alguno de tus amigos. Sería también el primer relato con el que ganarías un pequeño certamen y con el que tuviste la satisfacción de sentir como algo tuyo era reconocido en mayor o menor medida.

Aquella fecha errónea que marcaba el letrero es una fecha importante en tu vida y, sin embargo, la has olvidado como habrás olvidado tantas otras. Ahora ese letrero se aleja calle arriba, a la conquista de la siguiente parada y su marquesina, será visto por infinidad de pasajeros para los que quizá aquella fecha errónea también signifique algo, también fuera en su momento un hito en sus existencias, y para los que, igualmente, pasará desapercibida por pertenecer a ese lugar de la memoria que utilizamos como vertedero.

Tú cruzas la calle, sigues haciendo un pequeño esfuerzo tratando de recordar algo de aquel marzo de 2000, sonríes. Lo único que se te ocurre es que faltaban dos años para que la vida te cambiara. Aprietas el paso. La lluvia es un volver la esquina, un recorrer el bulevar, un pensar que con aquella fecha del luminoso hay que hacer algo. Escribir algo. 

Qué menos que una entrada en el blog que tienes casi abandonado. 

lunes, 27 de enero de 2014

2013: Las alegrías y la inconstancia.

Después de todo, retomo la actividad. Después de un gran 2013 particular, pese a ese 2013 general, vuelvo a estas calles, estas líneas, la ciudad interior. Porque se necesita. Este cualquiera con alma de flâneur precisa volver, sacar tiempo, recuperar las rutinas perdidas de posts y tweets y notas de moleskine, entrelazar palabras y versos, desnudarse [de vez en cuando] y salir a esta intemperie.

Todo tenía que encajar. Si el 2012 fue el año del Gótico, el 2013 tenía que ser el del Renacimiento.

Hoy, más de 20 días después de finalizarlo, podría resumirlo en un año pródigo en caricias y felicidades [tengo mala memoria para retener los momentos malos, léase "memoria selectiva"]. Felicidades que se acumularon casi todas en la segunda mitad del año. Sin duda 2013 quedará en el recuerdo como el año del viaje a Barcelona, de mis versos en público, del verano tranquilo. Pero sobre todas las cosas, quedará 2013 como el año de la alegría, el año en que me cambió la vida [de nuevo, pero de otra forma], el año en que cumplí varios sueños y uno de ellos, el más grande, lleva también mi nombre. Cuatro meses después de ver ese sueño cumplido trato de retomar la actividad. Después de crear nuevos hábitos, de destruir los husos y usos horarios, de adquirir nuevas responsabilidades, de reestructurar mi tiempo, de modificar rotundamente mis ejes de coordenadas, intento retomar la actividad.

Pido disculpas de antemano por mi inconstacia.

Entre los deseos para este año, podría citar alguno. Me contentaría con:

- Recuperar el ritmo, desatascar el engranaje: escribir: crear.
- Disfrutar de la gente a la que quiero.
- Ser la mitad de buen padre de lo que son conmigo los míos.

Saludos. Espero volver pronto.