domingo, 12 de agosto de 2018

Verano


                                                               Te observo al descender y una extraña sensación después…”
                                                               (Un verano fatal, Nacho Vegas / Christina Rosenvinge)
            

Saltábamos desde las rocas
al agua cristalina de aquel verano
azul desteñido, casi en blanco.
Yo me quedaba petrificado
cuando tú me empujabas al precipicio
de las cosas importantes de entonces.
Observaba cómo te arrojabas sin miedo,
–quizá  la felicidad era aquello:
un instante ingrávido –y yo,
con el vértigo de tu mirada acantilado,
alimentando mi sinestesia
de caricias-cristal y sabor
a algo tan blanco como el salitre.

Saltábamos desde las rocas
pero no era al mar donde caíamos.
La adolescencia nos esperaba abajo
para salpicarnos las inocencias
y sumergirnos de resacas y arrecifes.
Acabamos tragando demasiada agua,
convertimos la playa en aquel desierto
tan de Thelma & Louise, tan nuestro,
apenas quedó un charco de océano podrido,
y perdimos para siempre aquel verano azul
que te dejó abismada en coral,
que nos naufragó los sueños,

que nos hizo morir de frío.