sábado, 23 de febrero de 2008

Así que pasen veintisiete años




Fue un golpe de Estado a un golpe de Estado que se estaba fraguando detrás. Fueron dos disparos y a callar. Fue un pequeño temblor de piernas para gran parte de los ciudadanos. Fue una noche sin dormir, quizás, aterrados por pesadillas que se parecían a un ayer que se estaba intentando dejar atrás. Fue.


En la sombra permanecía Alfonso Armada, el verdadero precursor de un golpe de Estado que pretendía cambiar esa nueva España transicional. Sin embargo, Tejero no estaba de acuerdo con su idea de hacer un Gobierno integrado por representantes comunistas, socialistas y nacionalistas. Por eso contragolpeó al golpe de Estado que se planeaba.


¡Todo el mundo al suelo!


Tejero y sus disparos, Gutiérrez Mellado y sus santos cojones, Suárez y su impotencia, Calvo Sotelo y su interrumpida sesión de investidura, Carrillo y su "ha llegado antes de lo que esperaba", las calles de Valencia y sus tanques, Juancar y su comparecencia de madrugada: 18 horas de inquietud.


Y todo acabó de la misma forma que empezó: De repente.


Nota del autor: No soy partidario de exponer en este blog mis pensamientos políticos -la verdad es que me aburre- por eso, simplemente, he querido hacer una breve entrada para recordar la efemérides.

jueves, 21 de febrero de 2008

Noche de luna roja revolucionaria

Anoche no me asomé al balcón. A pesar de despertarme a las cuatro. A pesar de saber que anoche era noche de luna roja. No me asomé al balcón, tal vez, porque vivo en un segundo, en una calle estrecha en la que raro es poder ver la luna. No me asomé. Hay pocas personas asomadas al balcón a las cuatro de la mañana de un miércoles, febrero, febril, nublado. El último eclipse de luna de la década. Quizás por eso creo que me dio fiebre.

Y para fiebre, la que ha desatado la votación para canción candidata para Eurovisión. Yo me quedo con
ESTA. Mezcla estética setentera con rasgos androides, pop del "feliz" y un grupo de freakies practicando un baile freaky que ya es una religión emergente en el país del sol naciente. Si a eso le añades un ritmo discotequero y lo que han dado en llamar "sonido efervescente" tienes un combinado especialmente diseñado para dar la talla en un festival de mediocridades como el que ha llegado a ser el de Eurovisión. Al final de la calle, frente a un parque y haciendo esquina la encontrarás: La Casa Azul. ¿Os acordáis del "Amo a Laura"? Pues sí, la Revolución Sexual tiene el mismo creador.

Tú que decidiste que tu vida no valía,
que te inclinaste por sentirte siempre mal,
que anticipabas un futuro catastrófico,
hoy pronosticas la revolución sexual.
Vaya cutrerío de entrada me ha quedado. En fin... procuraré arreglarlo la próxima vez.
Se me ha echado el día encima, la noche me vence, os dejo en paz.

domingo, 17 de febrero de 2008

El encuentro consigo mismo: el habitante deshabitado

Cierra la puerta tras sus espaldas y sale corriendo lleno de ira escaleras abajo. Dos plantas más abajo, la luz: invade violentamente la calle, chocando de lleno contra una viandante a la que casi derriba, tirándole una maleta gris a la acera. Esboza una tímida disculpa que la joven aprovecha para preguntarle “Perdona, ¿la estación queda muy lejos?”. Él, aún con la ira latiéndole en las sienes, se encoge de hombros y escupe un “yo qué sé” saliendo nuevamente corriendo calle arriba. Farolas, coches, papeleras, puertas y ventanas. La calle muere cruzada por una avenida donde todo es ruido, gris y huele a algo más roto que la ausencia.

La carrera le ha dejado ahogado, trata de respirar profundamente en cortas repeticiones.

El día, como la avenida, también es gris y tiene más de frío que de amable. Decide subirse los cuellos de la chaqueta en un intento doble por cobijarse del aire y por esconderse del mundo emprendiendo la marcha, a paso rápido, hacia ningún lugar de esa ciudad. Los chopos de la avenida -piensa- no están vivos, parecen un elemento urbano más de esa ciudad, meciéndose, ya no por el efecto del aire denso que corre entre los edificios, sino por algún mecanismo interno en los subterráneos de la avenida, algún engranaje secreto que hacen girar, quizás, las criaturas condenadas a vivir encadenadas en un lugar oscuro bajo la urbe.

Bancos con personas desconocidas, una fuente, más farolas, aceras rotas por el continuo maltrato de los transehuntes, más álamos mecánicos, un semáforo.

Rojo.

Veintisiete coches pasan: diez grises, seis azules, cuatro rojos, cuatro blancos, dos negros, uno amarillo. El semáforo cambia de color y él sigue sin saber hacia dónde va. Sólo sabe que huye. Mira el reloj y algo se le amarga por dentro. Decidido, se desabrocha la correa, liberando su muñeca de la atadura del tiempo, reteniéndolo en su puño apretado con fuerza. Una papelera se traga ese objeto del que quería desprenderse, el reloj cae devorado en sus fauces metálicas, oscuras, malolientes tal vez.

En su huída hacia ninguna parte busca algún rostro familiar, no ajeno, alguna indicación que le guíe a su destino desconocido, pero la ciudad le devuelve su lado más vacío, su respuesta más amarga: estás sólo.

Se refugia en otras calles, deambulando entre las gentes que no conoce, doblando las esquinas de las que nada sabe, escuchando sonidos que nada le cuentan, volviendo a los lugares donde nunca ha estado una y otra vez. Opta por pararse: la huída nunca fue una opción, solo un medio para encontrarse. Cierra los ojos, se observa párpados adentro, descubriéndose como lo que realmente es. El ciudadano en la ciudad desconocida. Ese ciudadano b al que nadie mira porque nadie conoce. El transehunte despistado, evadido, huído de sus rutinas, deslocalizado. Ahora sonríe y emprende el camino de vuelta, ahora sabe quién es. Se siente liberado siendo el habitante deshabitado.

sábado, 2 de febrero de 2008

Mi llegada a la ciudad


Hola, soy Álvaro y he llegado nuevo a la ciudad.


La ciudad desconocida. Como veo, tú también acabas de llegar, por tanto:
Bienvenido.
Soy poco amigo a las presentaciones, a las declaraciones de (buenas) intenciones y a publicar las razones que me han llevado a empezar esto. No es mi intención.
Tener un blog tiene mucho de exhibicionista, culto a las modas y egoísmo puro. Estoy totalmente de acuerdo, este blog es igual que cualquier otro: completamente diferente a los demás. No voy a extenderme más, este blog no pretende aburrir, sino justo lo contrario. Por eso, me limito a darte la bienvenida, a invitarte a pasear por esta ciudad desconocida y conocer así al ciudadano B: el haBitante deshaBitado.
A.B.