viernes, 25 de febrero de 2011

El habitante eterno (haraquiri).

Ha olvidado las avenidas grises, los autobuses de línea
 y los tickets de la O.R.A. al pasar por Deanes.
También los puestos de la ONCE y los supermercados,
las gasolineras, las prisas y los andamios.

Ahora solo quiere –necesita –ser de cal y terracota,
perderse en un laberinto para encontrarse a sí mismo,
recorrer rincones que le otorgan razones de peso
para morir en el intento de volver para siempre.

Ha olvidado las avenidas grises y las tristes esquinas,
el imperio Inditex, las oficinas y su quehacer rutinario.
Bajando por Céspedes ha decidido prescindir
de todo lo obvio, vulgar e intrascendente de la urbe.

Emulando a Aristóteles, persigue la esencia,
cada mínimo detalle que la hace única.
Así, una vez retirados los rasgos comunes de ciudad,
desnuda de despojos y trivialidades,
la utilizará como dardo envenenado
en un haraquiri desesperado y kamikaze.

Será su peculiar forma de convertirse
en parte de las ruinas y la historia.
Ser parte de la esencia,
ciudadano cosmogónico,
el habitante eterno.

jueves, 10 de febrero de 2011

Un lugar más habitable

No basta con sesión nocturna de canciones en el coche con el volumen al 22 e intentando gritar por encima de la música, ni con llegar a casa y descalzarse, ni tumbarse boca abajo en la cama. Tampoco basta darse un chapuzón de redes sociales, ni salir al aire frío de la terraza, ni una ducha caliente, ni una sesión de sofá y arrumacos y cojines que estorban y luz tenue y cierra los ojos que ha caído la noche. No basta con arañar minutos e ideas frente a un archivo Word en blanco nuclear, ni con sentir –por escasos instantes –que uno es quien es a pesar de la alienación y lo días duros. No basta con tiritas nocturnas en días hemorragia.

A veces creo que sólo un paseo por la Ribera y una caña en la Corredera harían de este mundo un lugar más habitable.



Foto extraída de la web http://pasearporcordoba.webnode.com/