jueves, 21 de marzo de 2013

Encefalograma

Autor de la fotografía: Amado.
Se nos llena de malvas y kilómetros este atardecer
de calor, retornos y cansancio laboral,
arañando el asfalto con neumáticos desgastados.
Calor, mp3, se nos hace tarde.
Climatizador, Just like heaven, las ocho menos 10.

Ahora somos un punto en un mapa de carreteras
que se mueve en la dirección correcta
mientras suena la perfecta banda sonora
y salen los títulos de crédito
con nuestros nombres en letras Arial Black.

Nos acercamos al destino a más velocidad
de la que marcan los círculos rojos
y más despacio de lo que me dicta la impaciencia.
Te tengo reservada la noche más bella,
mi rincón favorito también te pertenece.

Nos alcanzan las sombras de los postes eléctricos
cuando el atardecer me concede el deseo:
la ciudad recortada contra él en claroscuro,
ofreciéndome la silueta que hace tiempo
tomó como modelo mi encefalograma.

Podría decirse
que tengo actividad cerebral
de minaretes y atardeceres.



* Fuente de la fotografía: http://www.consumer.es/web/es/medio_ambiente/fotografias/2006/10/18/156549.php

miércoles, 13 de marzo de 2013

Paradas de autobús


Adoro la forma en que te sientas en la parada de autobús.
Distraída, con el móvil entre las manos y yo-qué-sé-qué en la cabeza, adoptas esa postura que a mí me resulta imposible: las piernas extrañamente cruzadas, quedando sentada tú sobre una de ellas, la de abajo, que doblas hacia tu cuerpo, y la otra, la que cruza, con el pie encima del propio asiento. Una equis perfecta, como marcando el lugar.
Cada día te observo durante diez minutos, el tiempo que suele tardar el autobús en llegar y desaparacerte. Al día siguiente vuelves como si nada: de nuevo tu postura imposible, tu aire despistado. Los viernes, sin tú saberlo, te despides hasta el lunes con la sonrisa del que tiene el fin de semana por delante. Para mí, instalado en un día entresemana perpetuo, los viernes no significan nada, acaso un ventanal sin sustancia durante 72 horas, un adiós disimulado, una maldición a la línea 39, un odio tu ausencia los mediodías del sábado y domingo.
Ando obsesionado con mirar la calle. Por eso, Margarita me deja junto al balcón cada día, después de comer. Palomas, el tráfico, niños correteando, gente que pasa, habitualmente con prisas que le otorgan los horarios impuestos de oficinas y comidas en familia, y tú, la más apacible de todos, con tu mirada limpia y tranquila, tu pelo ondulado años 50, tu manos menudas y tus movimientos tímidos. Se te ve feliz, algo inocente, apenas una veinteañera despistada. Tal vez por un poco de todo ello me recuerdas tanto a Julia.
[Julia…]
A veces pienso en bajar a saludarte, presentarme como el hombre que lleva 5 meses siguiéndote la pista cada mediodía, entre las dos y las dos y diez, desde el balcón de enfrente, en la primera planta de aquel edificio. Pienso en contarte, que a pesar del tiempo y mis arrugas y mi vista más que cansada, te reconozco, porque sigues siendo la chica del despiste y la timidez. Me imagino allá abajo, junto a ti, bajo esa moderna marquesina de cristal y acero, y, casi temblando, contarte que, tal y como me prometiste, me hiciste el hombre más feliz del mundo, contarte que desde aquellos días de hospital y lágrimas, pésames y cementerios, echarte de menos y mirar por el balcón es a lo que se ha reducido mi cotidianeidad. Contarte tantas y tantas cosas que tú ya ni siquiera recordabas. Contarte que te conocí hace casi sesenta años, aunque tú tengas 20 y eso no sea posible, aunque por aquel entonces no existía ni esa parada de autobús ni esta residencia de ancianos que me sirve de atalaya, ni yo era tan viejo ni tú vestías vaqueros, ni nos imaginábamos siendo abuelos ni yo te quería ya tanto, pero sí que ya por aquel entonces, adoraba tu extraña forma de sentarte.
Si esta silla de ruedas me dejara, bajaría a conocerte de nuevo, a reiniciar nuestra historia, a que me prometieras de nuevo que vas a hacerme el hombre más feliz del mundo.
Entonces, solo entonces, dejaría de escribir historias estúpidas de viejo senil. 


*Fotografía tomada de la web http://eduardoochoa.com