lunes, 24 de junio de 2013

De hogueras y deseos


Cualquier día del año es bueno para encender hogueras, para quemar las naves y emprender un viaje nuevo, para comenzar de cero, para renacer de las cenizas, para pulsar el CTR+ALT+SUPR de nuestras vidas.

Cualquier día es bueno para encender hogueras, para echar a arder el montón de vacíos que nos llenan nuestra vida diaria. Tal vez logremos ver entre las llamas el fantasma de los besos que se perdieron por no darlos, el mapa de los tesoros que nos empeñamos en esconder a diario, la luz al final de este túnel apático y sin esperanza en el que se nos convierten las semanas. Alrededor de la hoguera, el rosario de personas que nos hacen persona.

Cualquier día es bueno para encender hogueras, para activar la catarsis, para los giros de 180º que arden a la sombra.

Cierro los ojos y pido un deseo: Girar, reiniciar, arder, pero contigo.


viernes, 21 de junio de 2013

Deambular

Fotografía: Paola Vaggio
http://dememoria.blogspot.com.es/

Todas las ciudades
[y ésta, más que ninguna]
se conocen deambulando,
acariciando sus mapas,
sus líneas de metro o autobús,
viendo pasar rostros
en semáforos y escaparates,
lunas de taxis, bancos de parques,
grandes almacenes, prisas
de descansos a mediodía.

Todas las ciudades
[y ésta, más que ninguna]
se conocen deambulando,
vagando, sin destino concreto,
[un flâneur en la gran manzana]
al encuentro del espíritu cosmopolita
de farolas y hormigón,
de humo y almas huidizas
que se esconden en gabardinas,
que memorizan itinerarios.

Todas las ciudades
[y ésta, más que ninguna]
se conocen deambulando.
De China Town al Soho,
pasando por el Little Italy,
para, más tarde, dejarnos fagocitar
por la Quinta, Broadway, Times Square.
Conocer una ciudad
[y ésta más que ninguna]
es deambularla contigo.





lunes, 17 de junio de 2013

Lugares donde empieza a llover

Foto extraída de http://thinkwasabi.com

Todo comienza de forma tímida y débil. Nacen pequeños círculos oscuros en los adoquines de las aceras, los capós de los coches y las tapas de alcantarillas. Un rumor imperceptible se cuelga de las farolas y los árboles, la noche se detiene en un semáforo en ámbar para dejar pasar la fugacidad de un relámpago.

En noches como esta, en las que a uno le sorprende la lluvia sentado al ordenador, en su terraza, al refugio de un toldo en el que repiquetean cariñosamente las gotas, es fácil recordar algunos de los sitios en los que una vez empezó a llover.

Recordar [o acaso querer recordarlo] una mañana de estrenar katiuskas, de Vírgenes de la Cueva, de paseos a la guardería, de desear un diluvio para, al salir, encontrar el paraíso en los charcos. Hay lluvias que nos marcan lugares con equis que luego convierten los mapas en quinielas premiadas.

Recordar alguna tarde bajando del centro por mis atajos de caminos largos, comenzar con cadencia suave de gotas en Santa Inés y castigarnos en tromba en La Magdalena, sin tiempo para llegar a casa. Libros en inglés mojados, [it's raining cats and dogs]. También alguna mañana, de las que me escapaba de la facultad, y la lluvia se asomaba a la Puerta del Perdón, limpiando los naranjos en flor, llenando de ondas minúsculas la fuente del Olivo en la que se rompía la imagen de un campanario.

Recordar noches de nubes y dudas en callejas de San Agustín, al calofrío de los inviernos y las adolescencias, las piedras que brillan porque la luna brilla, las lunas con sonrisas menguantes, la lluvia de guante blanco.

Lluvias a solas y en gran compañía, lluvias tristes y lluvias que te hacen reir. Lluvias que asustan de oscuras, que mojan por dentro, que limpian por fuera, que empiezan de a poco, que acaban con todo, que dejan las ventanas con olor a otoño en verano. Recordar todas las lluvias: la lluvia.

Recordar la lluvia en Bérgamo, en Bruselas, en París, cuando el Petit Palace era devorado por tinieblas, la lluvia con tormenta cerca de Aínsa, la lluvia-niebla de Londres y el chirimiri de Évora... La lluvia que nos esperaba al salir de la boca de metro cerca de la 5ª Avenida, y la que nos caló hasta los huesos en Gante.

Hoy, que escucho la lluvia cobijado bajo la lona gris de un toldo, desearía haber sido sorprendido, como tantas otras veces, a la intemperie y sin paraguas, y, en una katarsis improvisada, convertirme en ese pájaro mojado que se burla de mí sobre los cables de la luz. Ganas de mojarme, de ser lluvia, de desprenderme sobre la ciudad.

miércoles, 5 de junio de 2013

Día 5 de Junio, Día Nacional del Donante de Órganos


Tu ojalá
                                               (A mi receptor)


Hay una esperanza encerrada
en este no tener remedio.

Poco después de que se me apague la luz,
habrá neveras volando en helicóptero
conservando en frío una luz cálida
al final de un túnel de paciencia infinita.

Cuando lleguen a su destino
nacerán sonrisas en los bordes de la cama
y lágrimas felices y nuevas ilusiones.
Grandes alegrías y esperanzas que surgen
de los sucesos más tristes,
las desgracias que dejan soledades cansadas
y que nos demuestran que cada adiós
esconde siempre un ojalá.

Después, sin que yo ya pueda oírte,
me darás la bienvenida,
te quedarás dormido
más allá de la anestesia
y despertarás a la conciencia
de que me fui para venir a ayudarte,
de que, en efecto, encerraba tus esperanzas
en este no tener remedio.

Que este adiós inexorable al que me acerco
sea tu hálito de vida, tu alegría clínica, tu ojalá. 

lunes, 3 de junio de 2013

Boda en la ciudad (crónica).

Han quedado en compartirse todo: techo, balances, tiempo, amor.

Besos que firman alianzas, pasodobles que se disfrazan en primavera, cielos barrocos que preceden a lluvias de cereales con confeti, alegrías que nos estallan en las manos con sabor a champán. No les cansan ni los abrazos al atardecer, ni las horas, días, meses, de quebraderos de cabeza. El fin justifica los nervios y acaba también con ellos: es hora de disfrutar. La Historia se cita con su historia de amor. Fotos, flashes hacia el pasado, flores en los pasamanos de un silencio cómodo. El río que divide en dos la ciudad, les une para siempre, el Triunfo se hace felicidad, el escenario les envuelve en un laberinto de azahar y buganvillas. De pronto vuelven a la multitud.

Se han propuesto ser causa y efecto, espiral de afectos, proveedores de motivos para amar.

Al abrigo de los seres queridos, la noche avanza suave, con sabor a mostaza, vainilla y frutos rojos, se escurre por los manteles y las alegrías, se les cuela en las sonrisas contagiosas, les abraza en un vals que nos hace cosquillas a todos en el cielo del paladar. Antes, recuerdos en formato ppt, de cuando todos éramos más jóvenes, más inocentes, menos primos de riesgo, quizás igual de sensibles a la felicidad de los demás, la amistad perpetua, el verano azul de nuestras vidas. Recuerdos también de ausencias, un nudo en la garganta... y dos, y tres... respiremos hondo, la noche debilita los corazones.

Han acordado compartirse, seguir cumpliendo promesas y años, hacerse mutuamente eternos.

Poco a poco, se nos agrandan las risas, nos desborda el cariño, un dulzor incipiente comienza a rodear las palabras. Les vemos deambular, al son de la música, apurando las primeras horas de la primera madrugada. Fuera, rumor de patios y macetas añil. Dentro, estruendo en clave de pop, mojitos, hielo en escamas. Cruzan sus miradas, reiteran sus promesas, se ofrecen como refugio del otro. La noche se va alargando hasta el límite establecido, se van pidiendo treguas, varias banderas blancas, despedidas en forma de espiral,  un hit de los 80's, luces fuera, abrazos, besos, adiós.

Al final del día, quedan solos los dos y aquello que les une. Todo lo demás es lo de menos.




A Rosa y Pablo, con abrazos atrasados.