sábado, 16 de julio de 2016

No me hagas suplicarte

No pido que me quieras para siempre. Yo solo quiero salir al balcón y ver tus bragas en mi tendedero, o salir solo a sacar la basura impulsado por tu agilidad en el uso del plural mayestático, o acabar enfadados porque he montado mal, por segunda vez consecutiva, ese maldito mueble de ikea. No pido que me quieras para siempre. Solo pretendo que me corrijas cada semana la lista de la compra, que la conquista de la esquina del sofá nos suponga una crisis diplomática después de la cena, mirarte por encima del libro de las buenas noches cómo te deshaces del vaquero. Saber de ti en las siestas del otoño por tus ruidos de pinceles y vidrio y por tu tarareo de un Creep amortiguado por el ventilador de la canícula. No pido que me quieras para siempre. Pido que me mires y todo sean razones para seguir, que sigas existiendo aquí y así, cotidiana y fresca, como esta habitación los sábados, cuando te despiertas y abres las ventanas y yo alcanzo a decir "es sábado, vuélvete a la cama. No me hagas suplicarte."