lunes, 28 de junio de 2010

Lugares comunes: los balcones (II)

No sin dificultad, hace un nudo con el alambre. Lo aprieta, lo retuerce sobre sí mismo para asegurar el nudo alrededor del barrote del balcón. Respira hondo, resignado.

Primero era la hipoteca, posteriormente fue el coche, después la moto de su hijo y después una tarjeta para poder llevar a su familia de vacaciones. Luego vinieron las otras tarjetas para financiar las compras mensuales, la operación de miopía y la reparación del coche. Acabó llamando a aquellos teléfonos de los anuncios de dinero fácil, dinero que necesitaba para pagar las mensualidades de los préstamos originales y alguna cuota de tarjeta. Después recibía llamadas: si quería ampliar el crédito solicitado, directamente se lo concedían en línea. Entonces la línea se convirtió en espiral, la espiral en red de araña y la red de araña en un nudo en la garganta.

Acaba de sonreír. Ha terminado, los dedos doloridos. Le resulta irónico: dos nudos de alambre en el balcón de su casa podrían valer para desatar su endeudada vida.

El cartel lo dice bien claro, cualquier viandante podría leerlo perfectamente: "Se vende piso, se busca felicidad".

Ahora solo queda esperar que alguien llame y afloje la presión en su garganta y su cuenta bancaria.


jueves, 10 de junio de 2010

Reencontrarme

Reencontrarme
ante la página en blanco,
o tratando de hilar en un café
las conversaciones amigas e insomnes,
o retorciendo cualquier línea
dando forma a una historia,
o inventando versos, recogiendo imágenes,
rematando párrafos,
creando proyectos,
creyendo en lo que hago.


Reencontrarme
con la del Abril suicida,
con la del Mayo más bello,
con los pájaros más locos de mi cabeza.
Reencontrarme
con mis pasos, mis silencios,
mis nostalgias sempiternas
y mis ausencias. Con el dolor,
con el abrigo de aquello
que cubre mis carencias.


Reencontrarme
en la noche, en la calle,
de vuelta, en mi cama, en mis cosas,
por el pasillo o en el espejo,
en blanco, absorto, a oscuras,
desnudo por dentro,
pensando hacia afuera,
repleto de ganas,
vacío de pereza.


De cualquier forma, reencontrarme.
Pero reencontrarme, al fin y al cabo.

martes, 1 de junio de 2010

El día que cogimos el tren...



Caían los 40 de rigor sobre el asfalto y en el andén todos habían buscado la sombra. Recuerdo maletas mal hechas y peor cerradas, un dolor agudo (como de amputación) y la ilusión de los viajes improvisados. Con cierta premeditación, hace algunos años, subimos al tren de los destinos desconocidos. Huíamos, aún no sabemos de qué, buscando las sonrisas perdidas, las felicidades agotadas, el ánimo de tomar aire, remar, nadar sin guardar las ropas.

En la ventana el paisaje pasa demasiado rápido, es cadencioso el sonido de los vagones, agradable el viento en la cara. El día que cogimos el tren dimos el gran paso de nuestra humanidad.