lunes, 29 de junio de 2009

"Caricias": Drama urbano en 3 servilletas (II)

Servilleta "Caricias" roja # 2:

El presente

En invierno en la Plaza de la Corredera ponen terrazas los bares los días que hace sol y yo acostumbro a sentarme en este que hace esquina, porque es donde te ponen las aceitunas más grandes con el hueso más pequeño. Helada la cerveza y la conciencia, he tratado de olvidarme de ella, concentrarme en el reloj de la plaza –las doce y veinte –y todo lo que he conseguido es sentirme noviembre.

Un minuto y veintitrés segundos más tarde el azar ha vuelto y ella ha reaparecido detrás de un sorbo de cerveza convirtiéndose en martes soleado en esta Plaza. Ahora está sentada en la mesa que hay frente a la mía, lee un libro de bolsillo y ha descubierto los tintos de verano. A mí me ha dado por gastar servilletas escribiendo todo esto, llevo media hora, dos cervezas y los mismos cigarrillos. A ella le he contado siete páginas, cinco sonrisas y una ilusión. De sus parpadeos ya he perdido la cuenta. No hago más que mirarla convenciéndome de lo evidente y tratando de que ella también se dé cuenta de ello, se levante, se acerque a mí y me diga lo que espero que me diga, así, casi todo de seguido, sin pausas... Algo como hola, ¿qué tal estás? ¿me reconoces? Soy yo. La mujer de tu vida.

domingo, 21 de junio de 2009

"Caricias": Drama urbano en 3 servilletas (I)


Servilleta "Caricias" azul #1:
El pasado

Te encontré en una plaza del centro, bebiendo de una de esas fuentes públicas. Tú serías belga, francesa o italiana, o quizás franco-italiana, como esas producciones que ponen en La2 los martes de madrugada. En cualquier caso, no era martes, ni madrugada y yo no sabía de donde venías tú ni hacia donde iba yo.

Te seguí a hurtadillas mientras dirigías tus pasos hacia el barrio viejo, calles empedradas, estrecheces encaladas, y tus huellas me sabían a algo más dulce que la casualidad. Mi instinto desafinaba una canción improvisada sobre el azar y los desencuentros que éste provoca y tú no hacías más que mirar al cielo y no, no parece que vaya a llover, vaya: ya he echado el chubasquero para nada.

Pronto acabaste confundiéndote con los de tu especie, turistas de a pie, con mochila a cuestas, unos con cámara de fotos, otros con guías de viaje, tú con tu mirada desconocedora de alrededores y, en un segundo, te perdí.

Olía a azahar, había rumor de fuentes y de gentes, sonaban campanas de misa, las doce del medio día, la calle estaba a rebosar de viajeros y yo me quedé desolado, vagando por las calles de alrededor, buscando desesperadamente una cara que se pareciera a la tuya, una Dorothy sin trenzas y sin pecas caminando por el sendero de baldosas amarillas que no eran ni baldosas ni amarillas, sino cantos rodados que chisporroteaban al roce del sol. Me sentí irresponsable –cómo has podido perderla, dejarla marchar –era la multitud, me despisté –no, no hay excusas, deberías encontrarla.

Pero no, no había manera…

Desolado, frustrado y decepcionado, necesitaba despejarme... ¿una cerveza?

Me respondí "que sí".

...continuará.

Foto: Extraída de Flickr - usuario violetí©