lunes, 9 de junio de 2014

Brooklyn

Foto: LucíaSB
Le hemos puesto nuestro nombre
a un banco que mira al puente de Brooklyn
y él nos ha regalado un atardecer de malvas
y rascacielos brillantes reflejados en el mar.
Visión metálica, acuática y casi boreal.

Ha existido un segundo perfecto de luz:
mientras me besabas, un atardecer en tus ojos.

Desde Brooklyn, Nueva York es una postal
silenciosa y cambiante aferrada al ocaso,
un fondo amable contra el que te recortas
mientras observo cómo el viento
juega con tu pelo y sus novedades.

Existe un puente milenario oculto
que une mis deseos y tus sonrisas.

Le robamos la luz a este atardecer
y emprendemos el camino de vuelta
entre miradas atrás y besos breves
con la Rapsodia Azul de Gershwin
como banda sonora original.

domingo, 27 de abril de 2014

Atracción lunar

Ayer te descubrí un lunar nuevo.
Un satélite en tu costado.
Circular. Pálido. Minúsculo.
Explorable sin sondas espaciales.

Podré dar mi pequeño paso sobre él,
el gran paso para nuestra humanidad, y nadie
dirá que fue un montaje.

A pesar de su condición lunar,
también ese signo de puntuación tuyo
al este de tu torso ejerce sobre mí
la inquietante fuerza de tu gravedad.

Yo, lunático de tu lunar, me dejo
atraer,
caer,

vencer. 

martes, 8 de abril de 2014

Primavera

Aún no han colgado de los naranjos el azahar,
ni de los balcones la primavera,
y el esplendor de Marzo todavía remolonea
en las penumbras y las esperas.
Se nos acumulan las necesidades
de sonrisas y flores, la astenia
nos ataca sin piedad
bajo los párpados y las pituitarias
y salimos a las aceras y las plazas
en busca del antídoto efectivo
que nos haga olvidar las tristezas.

Añoran los naranjos la flor y su perfume,
el bullicio de las terrazas y las sombrillas,
las tardes que se prolongan más allá
de los cafés, el río, y las ganas de cenar.
La gente se arremolina expectante, ilusionada,
cuchichean entre ellos, nerviosos,
con sonrisas y estrellas en los ojos.
Saben que el milagro puede suceder
en cualquier momento, que sería trágico
parpadear y perderse
la primaveral explosión de la ciudad en flor.


martes, 1 de abril de 2014

Confeti



Uno, por ejemplo, puede ser mayor y llorar. Pero siempre a solas.
* * * * *
Ella se acercó a la mesa cuando todos salían. Sonreía y me ofreció “si quieres, puedo enseñarte un truco para que se cumplan tus deseos”. Mientras metía el material de clase en el maletín y el aula se iba vaciando de personas pequeñas con grandes mochilas, me detuve a sopesar la oferta de aquella niña durante unos segundos.
- ¿Ah, sí? ¿Y se cumplen de verdad?
- Claro, ya te lo he dicho: –y bajaba la voz –es un truco.
Era mi primera experiencia como tutor de un curso. Después de más de tres años deambulando por colegios de pueblos hasta entonces desconocidos para mí, logré encontrar una plaza fija en un colegio de mi ciudad natal. Primero-bé era un grupo de once niños y catorce niñas, una de ellas Marta.
- ¿Y vale para cualquier deseo?
Marta se encogió de hombros, sin atrever a dar una afirmación tan contundente, limitándose a afirmar: “a mí, de momento, me ha funcionado”. Con tales argumentos uno no puede negarse a conocer las técnicas ocultas para conseguir lo que se desea, por lo que le insté a que me mostrara aquella habilidad secreta que tan amablemente se había ofrecido a compartir conmigo.
- Es muy fácil. Coge un papel. –Lo arranqué de mi cuaderno. –Bien, ahora escribe el deseo que quieras que se cumpla. –Lo escribí. Y entonces, un recuerdo…
* * * * *
Sucedía también en una clase. Por aquel entonces, yo era uno de esos mocosos con heridas en las rodillas o manchas de bolígrafo en las manos. Probablemente estábamos en primero y hacía calor, porque llevaba aquella camiseta de rayas y las ventanas estaban abiertas de par en par. En el patio no había nadie y ella me explicaba lo que había que hacer:
Ahora lo escribes y doblas el papel dos veces por la mitad y me lo das.
Ella lo cogía, y se daba la vuelta con el papel entre las manos. De espaldas a mí, la veía mover los brazos bruscamente a intervalos cortos de tiempo y volver la cara hacia atrás para comprobar que yo no me movía ni intentaba ver lo que estaba tramando. Después, giraba de nuevo con una mano atrás y otra delante con el puño cerrado.
Ahora tienes que pensar muy fuerte, muy fuerte, en lo que has escrito. Y darme la mano. Y pensar muy fuerte muy fuerte.
Me dio la mano que llevaba a su espalda y me miró.
¿Estás pensándolo muy fuerte muy fuerte?
Cuando asentí se llevó la mano que no agarraba la mía a la boca.  Sopló fuertemente por el hueco que dejaba su dedo índice apretado contra su pulgar y sucedió la magia: cientos de papelitos salieron de su pequeño puño volando por la ventana, al aire cálido de aquel ¿mayo? ¿junio?, da igual. El caso es que mi deseo nunca se cumplió.
Recuerdo que aquel día, al llegar a casa, lloré encerrado en mi habitación sin saber exactamente la razón.
* * * * *
- ¿Vas a escribir algo más?
- No. –Me había quedado bloqueado durante el tiempo que duraba mi recuerdo, olvidándome por completo de la pequeña Marta.
- Vale, entonces dámelo. –Seguía un poco ausente, pensando en aquel recuerdo, hasta entonces casi olvidado para mí. –El papel.
Tal y como había supuesto, Marta me mostró el mismo truco que mi compañera de primero. Se llamaba Natalia. Natalia Celdrán Dávila. Marta sopló por la ventana que había junto a mi mesa y mi deseo, fragmentado en pequeños papelitos voladores, salió flotando en dirección al lugar donde descansan los deseos que no se cumplen.
- Ya está. Se te cumplirá.
Intenté dibujar una expresión de emoción, a sabiendas de que el truco, en realidad, no funcionaba. Ella me miró, casi triste, como dándose cuenta de que su intento por alegrarme el día había fracasado.
- Alberto… ¿puedo darte un beso?
Y me desarmó con un beso y un abrazo.
Aquel día, al llegar a mi apartamento, lloré. A solas. Cumplía treinta y cinco años.
* * * * *
Dos años antes, el día de mi cumpleaños cayó en miércoles y Gabriela y David venían a verme para celebrarlo juntos en aquel pueblo en el que trabajaba. Gabriela era la madre de David y la mujer a la que cuatro años atrás le había hecho acreedora de mi “sí, quiero” particular. Yo nunca cumplí treinta y tres años, porque aquel año me quedé sin cumpleaños, sin mujer y sin hijo. La carretera era peligrosa, poco iluminada y con tendencia a las heladas en los meses de invierno. No puedo echarle la culpa a ningún conductor borracho, ni temerario, ni siquiera a Gabriela por haberse distraído… simplemente pasó, el asfalto se volvió hielo y el Volkswagen azul se convirtió en una fiera sin control que acabó empotrándose contra un camión que venía en sentido contrario.
* * * * *
No deberían permitir a hombres tristes dar clases en primaria.
Al día siguiente, en el recreo, Marta se acercaba con su risa puesta, sus trenzas, pecas y un pequeño bulto en las manos. Yo tenía la costumbre de aprovechar ese tiempo para sentarme en las escaleras del patio y observar el bullicio de niños y niñas.
- Mi mamá me ha dado esto para ti. –Una servilleta arrugada era el escondite perfecto para un par de magdalenas caseras. –Cuando estoy triste, ella siempre me hace sus magdalenas mágicas.
- Supongo que el truco de ayer también es cosa de tu mamá, ¿no?
Las trenzas se le agitaron bruscamente con su sí silencioso.
- Mi mamá sabe magia. Tuvo que aprender cuando mi papá se fue. Pero solo la utiliza para cosas buenas. – Probé una de las magdalenas. –Ayer, por ejemplo, las hizo porque le dije que estabas triste.
- ¿Y tú cómo sabes que estoy triste?
Entonces se me acercó lo más que pudo y me respondió.
- Es fácil: tienes la misma mirada que mi mamá.
- ¿Tu mamá está triste?
- Sí, pero ella lo disimula mejor que tú. Se sabe los trucos.
Y echó a correr.
* * * * *
Tuve un pálpito que me hizo citarme con la madre de Marta, con la doble excusa de agradecer la atención de las magdalenas y tantear el ámbito familiar de la niña, cariñosa, dulce, pero con un ligero aire de amargura. Era un martes, y en el ordenador, el segundo apellido de Marta, al que nunca había prestado mayor atención, comenzó a relampaguear, bailando de un lado para otro de la pantalla, jugando con mi mirada, dándole vueltas a mi estómago y deslizándose con desvergüenza por los recuerdos vagos de mi infancia:

Celdrán

            Como un imbécil, garabateé una página de mi agenda con un puñado de palabras y, riéndome de mí mismo, arranqué la hoja y la hice trizas con la decisión que maneja un jugador de cartas. Abrí la ventana del despacho y, retrocediendo casi treinta años, volví a esparcir el confeti de los deseos por el aire de la ciudad, haciéndolo revolotear, flotar, planear, mecerse, esparcirse. Caer.

            Natalia, por supuesto, me reconoció.
            Por eso aquella reunión no fue una reunión normal. Salimos del colegio y terminamos en una terraza, comentando lo que la vida había hecho de nosotros. Los dos nos habíamos casado y tenido hijos, yo perdí a los dos, ella sólo perdió al padre de Marta, que se fue por voluntad propia seguro de que todo iba a ser más fácil ingresando en un clínica de desintoxicación. Natalia se dedicaba a mantener un discreto contacto eventual para saber de él. Yo no pasaba un día sin acordarme de Gabriela y David.
            -El otro día Marta me volvió a enseñar ese truco de los deseos que se convierten en confeti. –Natalia sonreía. –Y recordé aquel día que me lo enseñaste tú.
            Quizás fue la cerveza, quizás los treinta y cinco años, quizás el sol, pero después de dos horas de hablar de nosotros, de su hija, y de todo lo acontecido:
            - Teníamos siete años… ¿sabes lo que escribí aquel día en el papel?
          Su mirada era una afirmación tímida y simpática, en el fondo siempre lo habría sabido…
            Y cometí el error de intentarlo. De tratar de ver cumplido ese deseo. Ella bajó la cabeza, un tanto avergonzada.
            - Lo siento –me acarició la mano con la ternura del que trata de calmar a un niño triste.
            Algo menos de treinta años después, Natalia Celdrán Dávila seguía siendo la misma niña cariñosa y a la vez inaccesible para mí.

Dos besos, sonrisas, miradas, recuerdos, me alegró verte de nuevo, suspiros, más miradas, un niño con camiseta de rayas, la cuenta, un cigarrillo, confeti-desilusión, la calle, Natalia. 
Y adiós.


Este relato resultó ganador en la XV edición 
del Premio Literario Victoria Kent, 
en su modalidad de relato. (2009).

miércoles, 12 de marzo de 2014

福島市

El pasado Noviembre tuve el enorme honor de colaborar en el nº14 de Manifiesto Azul, la publicación periódica a cargo del Colectivo Iletrados, a los que desde aquí vuelvo a agradecer la ocasión de colar entre sus páginas mi poema (Fukushima). 3 años después del Tsunami y 4 de nuestro accidente biológico, os participo los versos con su nombre:


福島市 (Fukushima)

Nuestra catástrofe particular
nos pilló haciendo planes de boda.
Tuvimos que aprender a nadar
en mitad de la tormenta química.

Un día tú también fuiste Fukushima.

Te arrasó un tsunami salvaje y violento
que dejó todas tus medidas de seguridad
tambaleándose,
y los reactores del 1 al 6 altamente afectados.

No hubo miedo ni gestos de pánico.
Solo personas luchando
por mantener la central a salvo
a pesar de los destrozos y las grietas.

Desconocían que, desde el núcleo,
Fukushima ya había empezado a salvarse
mucho antes de la gran ola.

Un día tú también fuiste Fukushima
y no quisiste salir corriendo.

lunes, 10 de marzo de 2014

Regalos en verso y acuarela

Hace poco le regalaba a un gran amigo un poema que le escribí hace más de dos años y medio. Son de esas cosas que uno guarda anotadas y al tiempo las saca, les da una vuelta y se atreve -incluso- a acompañarlas de acuarela. 


Esguince

Probablemente desesperes,
encadenado a un esguince de tercer grado
que te pide un reposo de senectud,
el empalago de los días lentos,
la quietud de cualquier fotografía.

Igualmente resistirás,
ayudado por otros que, a diferencia mía,
podrán presentarse en tu casa,
liberarte un abrazo, tender
la noche feliz en los aleros.

Finalmente volverás
a la cancha y sus rebotes, a la carga
con el paso firme, decidido
a volver a darlo todo
en el lado móvil de la existencia.

Espero que no tardes.
Espero entonces estar esperándote
allí: al final de tu impaciencia.


martes, 28 de enero de 2014

Una fecha erronea

Uno vuelve a casa después de una reunión. Lunes, 27 de Enero de 2014, 19:32 h. Autobús, línea 39, dirección norte.

Durante el trayecto, y tras la soporífera sesión de trabajo, uno se entretiene haciendo análisis de los variopintos ocupantes del autobús. El chico con el peinado imposible y los auriculares, el tipo que habla a voces por el móvil, el abuelo con calcetines claros... No es hasta casi llegar a la parada cuando caes en el luminoso que marca de forma intermitente y alternativa el día y la hora y "PARADA SOLICITADA", todo ello en rojo sobre fondo negro.



El letrero, evidentemente averiado, marca como fecha actual un miércoles, 13/03/00, 00:15 h. En un ejercicio imposible de memoria, intentas recordar qué estarías haciendo tal día a aquella hora de la noche. Miércoles y en aquella época de estudiante de seguro estarías en casa, durmiendo, estudiando o frente al ordenador. Imposible recordarlo.

Efectivamente, no lo recuerdas, pero aquel día y a aquella hora concreta, dabas por terminado el catálogo de correcciones al que habías sometido tu último relato, relato que sería, por aquel entonces, el primero con el que te sentirías realmente orgulloso y que compartiste, por primera vez, con alguno de tus amigos. Sería también el primer relato con el que ganarías un pequeño certamen y con el que tuviste la satisfacción de sentir como algo tuyo era reconocido en mayor o menor medida.

Aquella fecha errónea que marcaba el letrero es una fecha importante en tu vida y, sin embargo, la has olvidado como habrás olvidado tantas otras. Ahora ese letrero se aleja calle arriba, a la conquista de la siguiente parada y su marquesina, será visto por infinidad de pasajeros para los que quizá aquella fecha errónea también signifique algo, también fuera en su momento un hito en sus existencias, y para los que, igualmente, pasará desapercibida por pertenecer a ese lugar de la memoria que utilizamos como vertedero.

Tú cruzas la calle, sigues haciendo un pequeño esfuerzo tratando de recordar algo de aquel marzo de 2000, sonríes. Lo único que se te ocurre es que faltaban dos años para que la vida te cambiara. Aprietas el paso. La lluvia es un volver la esquina, un recorrer el bulevar, un pensar que con aquella fecha del luminoso hay que hacer algo. Escribir algo. 

Qué menos que una entrada en el blog que tienes casi abandonado. 

lunes, 27 de enero de 2014

2013: Las alegrías y la inconstancia.

Después de todo, retomo la actividad. Después de un gran 2013 particular, pese a ese 2013 general, vuelvo a estas calles, estas líneas, la ciudad interior. Porque se necesita. Este cualquiera con alma de flâneur precisa volver, sacar tiempo, recuperar las rutinas perdidas de posts y tweets y notas de moleskine, entrelazar palabras y versos, desnudarse [de vez en cuando] y salir a esta intemperie.

Todo tenía que encajar. Si el 2012 fue el año del Gótico, el 2013 tenía que ser el del Renacimiento.

Hoy, más de 20 días después de finalizarlo, podría resumirlo en un año pródigo en caricias y felicidades [tengo mala memoria para retener los momentos malos, léase "memoria selectiva"]. Felicidades que se acumularon casi todas en la segunda mitad del año. Sin duda 2013 quedará en el recuerdo como el año del viaje a Barcelona, de mis versos en público, del verano tranquilo. Pero sobre todas las cosas, quedará 2013 como el año de la alegría, el año en que me cambió la vida [de nuevo, pero de otra forma], el año en que cumplí varios sueños y uno de ellos, el más grande, lleva también mi nombre. Cuatro meses después de ver ese sueño cumplido trato de retomar la actividad. Después de crear nuevos hábitos, de destruir los husos y usos horarios, de adquirir nuevas responsabilidades, de reestructurar mi tiempo, de modificar rotundamente mis ejes de coordenadas, intento retomar la actividad.

Pido disculpas de antemano por mi inconstacia.

Entre los deseos para este año, podría citar alguno. Me contentaría con:

- Recuperar el ritmo, desatascar el engranaje: escribir: crear.
- Disfrutar de la gente a la que quiero.
- Ser la mitad de buen padre de lo que son conmigo los míos.

Saludos. Espero volver pronto.


miércoles, 30 de octubre de 2013

Las visitas

Llenan la casa de risas y ruidos,
el sonido de la compañía, las visitas.
Ocupan habitaciones, inyectan de energía
los rincones depresivos, los pasillos tristes,
los despistes vespertinos, las almohadas.

Encantado de hacer de mi hogar el vuestro,
de daros las buenas noches, de que provoquéis
mis buenos días.

Se convierten los desayunos en fiestas,
las meriendas en conciertos acústicos
con músicos de orquestas en apuros,
las cenas, los humos de la noche incendiada
en la terraza de lunas llenas y Perseidas.
Disfruto de compartiros los metros cuadrados,
el cuarto de baño de invitados, las tostadas
de mañana de resaca.

Es fácil y recomendable acostumbrarse
a las tardes de buenas compañías,
helados de vainilla, los cables del portátil
cruzados en la alfombra, y asombra
lo doloroso de las despedidas.

Sin piedad, vuestro vacío en el sofá
solo ha dejado una nota colgada con imán
en el frigorífico.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Cosmopoética 10

Podría parecer que el post anterior lo escribí conociendo ya las noticias que os traigo en éste, que la guerra a la que me refería era, precisamente, la que traen estas buenas nuevas, si bien, mis más íntimos ya saben que esa guerra va por otros derroteros, aunque sin duda tiene mucho que ver con la poesía.

Hoy os traigo tres pequeñas noticias que el Ciudadano B ha recibido en los últimos días y que tienen mucho que ver con este blog-ciudad que paseamos juntos habitualmente. Las tres tienen que ver con el encuentro de poetas del mundo que desde el 23 de Septiembre y hasta el 6 de Octubre se da en Córdoba (ya desde hace 10 años) y que se conoce como Cosmopoética. Pues bien: Ciudadano B aporta su pequeño grano de arena al evento. En concreto, los siguientes tres granos [granitos] de arena:

- Cosmoanónimos: el tuit enviado a dicha sección ha sido seleccionado por el jurado para formar parte del libro que editan cada año y que el pasado sábado 28 de Septiembre se presentó en la Sala Orive de Córdoba. Podéis leer la información completa aquí. Os adjunto el tuit elegido, que forma parte del poema "Encefalograma", publicado completo en este blog, aquí.


- Flash bus (Dinamopoética): mi poema "Línea 7" será leído e interpretado por una actriz en un autobús de Aucorsa (empresa pública de transporte urbano de Córdoba) el próximo día 3 de Octubre, iniciando su recorrido en Plaza de Colón en horario de 12 a 14 h y de 18 a 20 h. La iniciativa, promovida por la Casa de la Juventud, incluye el reparto de tarjetas con el texto del poema en sus instalaciones. 

- Poemas animados (Dinamopoética): también se podrá ver mi poema "El auto-stop definitivo" expuesto en algún cartel distribuido por la ciudad con motivo de dicha iniciativa que inicialmente contaba con la interpretación en plazas y calles y que, por retrasos en la organización, les ha sido imposible realizar. Tanto este como el anterior, forman parte del primer poemario, nacido precisamente con el espíritu del blog, titulado "El habitante deshabitado".

Precisamente este año, que por causas mayores que llevan mi nombre, no puedo asistir a ninguno de los eventos programados, precisamente este año, Ciudadano B está presente al borde afilado de los versos y es algo que me ilusiona compartir con vosotros, al otro lado de las wifis y los tarifas planas. Me alegrará saber que alguno de vosotros podrá verlos y sentirlos in situ.

Saludos cósmicos.


domingo, 22 de septiembre de 2013

Los otoños

Este otoño va a dar mucha guerra. Los otoños suelen darla. Y éste más aún.


Foto: Otoño en NYC (Ciudadano B, Noviembre 2011)


Mi escritorio, un arsenal de bolígrafos, libretas y armas de creación masiva, siempre dispuestos para la guerra. Adoro los otoños, esas estaciones de trenes lentos y maletas de nostalgia, el olor de las noches sin estrellas, el dolor puntiagudo de los atardeceres tempranos, a deshora, con aire de lluvia que nunca cae. A este otoño se le caerán todas las hojas por el peso de las palabras en ellas escritas. Las historias cubrirán las aceras y los parques, los niños destrozarán la alfombra ocre a patadas, levantando la memoria y los proyectos al viento fresco de la mañana.

Confío en que mi gran proyecto me deje compaginar el resto. Porque dará mucha guerra; este otoño estallará en cualquier momento y el tiempo de aunar esfuerzos, noches en vela y rutinas inexpertas llegará con él.

Hace muchísimo tiempo me prometí a mí mismo no abandonar mis proyectos. Cada día me lo prometo y quiero seguir luchando por cumplir mi promesa. Este otoño dará guerra y yo, en primera línea de batalla, dispuesto a disfrutar de esta guerra haciendo uso de mis mejores armas. 

Por otro lado, mañana comienza Cosmopoética -su décima edición- en Córdoba. Ni a una ni a la otra las disfrutaré estos días.

La poesía, para mí, esta vez, estará en otro lugar. Quizá en este otoño y en su guerra particular. Quizá entre mis manos.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Otra excusa

Pasaba la facultad de Derecho, tomaba Barrionuevo, atravesaba el Tinte para llegar al río. Pedaleaba despacio, el viento en la nariz. Eran las ocho y media de la mañana. La Ribera, a esas horas, era una bocanada de aire fresco. En el walkman –porque aún había walkmans – I’m born again. In an interstellar burst, I am back to save the universe. Río abajo, la ausencia de Miraflores, el reinado de los ojos romanos, observando, envejecidos, el paso de las aguas revueltas. La albolafia, serena, inmóvil, a la espera de alguna crecida… Después, la cuesta del Botánico; a la derecha, el Zoológico, aún por resucitar. La bicicleta agradecía el fin del trayecto.

Yo

no.


Ir a la facultad era entonces –tan entonces –otra excusa –innecesaria –para recorrerte.

Obra de Manuel Castillero
http://manuelcastillero.com/artista.php

domingo, 25 de agosto de 2013

Entonces

Cuando pase el tiempo y todo esto
no sea más que un puñado de cenizas
de un incendio que logramos sofocar,
cuando hayamos dado por imposibles
nuestros esfuerzos por enterrarlo en el olvido
y hayamos aprendido a convivir y sobrellevar
las ganas perpetuas por no recordar,
entonces se nos escaparán sonrisas,
nacerán nuevos sueños, perderemos
el temor entre los escombros y el humo.

Cuando llegue el día en que solo queden
recuerdos en rincones oscuros de la memoria
como souvenirs de cerámica que uno guarda
en el fondo amargo de los cajones menos usados,
y ya no exista nunca cicatriz en carne viva,
ni dolores postraumáticos de agujas y espinas,
ni cansancios en horas punta de impotencia,
entonces, solo entonces, sentiremos el orgullo
de la victoria más dura, el intenso sabor
del saberse superviviente de un atentado biológico.


jueves, 8 de agosto de 2013

Lugares comunes: Las playas.

Imagen: Ciudadano B, "La pescadora de sirenas".

Cebos para pescar sirenas


Hace mucho que decidió no ser princesa [es difícil serlo cuando no tienes palacio y vives en el extrarradio] y desde quinto de primaria es alérgica a la lucha atroz de peinarse el pelo. Las cosas desordenadas deben permanecer desordenadas para conservar la esencia, se dice cuando cada mañana se mira al espejo del cuarto de baño. Nunca fue de cuentos de hadas y siempre ha tenido animadversión a las gominolas. 

Desde su último desencuentro con una policía nacional [piso propio, vida ordenada, estabilidad emocional], a la que conoció tras una manifestación y de la que, por mantener su esencia desordenada, acabó huyendo de su vida cuatro meses y medio después [piso propio, vida ordenada, estabilidad emocional], había decidido cambiar de universo, escapar de la urbe.

Ahora, se le ve alguna que otra tarde en la playa, dispuesta la caña y la paciencia, con la mirada perdida en algún punto concreto de su horizonte. Ha cambiado de objetivos -nada de policías, ni uniformes, ni piso propio, vida ordenada, estabilidad emocional -y apunta más alto: cumplir sueños, sonreír más, ver atardecer. Ha decidido [como si esas cosas pudieran decidirse] que la próxima vez se enamorará de una sirena. Piensa que los atardeceres en la playa son lugares especiales para conocer a la mujer de tu vida, y así la espera, pescadora solitaria, toalla de rayas, pan bimbo envuelto en papel albal y una búsqueda sin resultados en el navegador del móvil: "Cebos para pescar sirenas".

En este atardecer sin olas, su sirena aún no ha picado. En el Ipod, Wilco le guiña un ojo. Las sirenas deberían cantar esa canción.



sábado, 20 de julio de 2013

Lugares comunes: Pasos de cebra (2)

Pasos de cebra
·Historia fugaz de amor frugal en el semáforo del Corte Inglés·

¿Qué se le dice a la mujer de tus sueños
si no la conoces de nada,
si sólo has compartido con ella
el tiempo que tarda un semáforo?


      Rojo peatón. Tuve que detenerme en seco y entonces, los coches.

          Al otro lado la descubrí. A Ella. Porque Ella no tenía nombre. La contemplé despacio, entre coches con prisas laborales, luces de neón, gentes de martes por la tarde, invierno, bufandas con olor a hojarasca, motocicletas con faringitis. Las cebras urbanas, etcétera. Cuando vi sus ojos sorprendí su mirada. Ella también me observaba y yo tampoco tenía nombre.

           Lo nuestro era imposible. Y supongo que los dos lo pensamos en ese momento inicial, en el encuentro fortuito, furtivo, quizás obsceno. Frente a frente, las miradas encendidas eran desafiantes –quién puede más –su pelo rubio, recogido, los labios odiosamente deseables, el cuello como una puerta abierta al infinito... Yo soñaba en blanco y negro sus besos, y ella me mostraba sin compasión el erotismo de su pupila, el rojo-pasión del semáforo, la ternura de sus labios; mantenía sus ojos en mí, retándome a la locura, empujándome al atrevimiento, dándome motivos para la valentía: “Yo pongo las normas: si me dices algo, te regalo un beso”, ella era la reina blanca... yo el rey negro y el asfalto un tablero bicolor de sesenta y cuatro cuadrados. Lo nuestro, definitivamente, era imposible.

               Entonces, automóviles que frenan y verde peatón. En instantes de segundo tenía que decidir por qué rayas optar, negras, blancas, negras... mejor blancas. La crueldad de las decisiones. Tomar decisiones, blanco o negro, éxito o fracaso, todo o nada... y, sin embargo, quizás no haya nada tan decisivo... tal vez el éxito y el fracaso no son resultados de las decisiones sino designios del azar. De cualquier manera, opté por blancas, confiando en que su decisión hiciera unirnos en el centro del paso de cebra, en la misma franja, el mismo color... Adelante.

            La marea de gente se lanzó a la conquista de la otra orilla y nosotros, ambos, decidimos comenzar el abordaje. Nos acercamos el uno al otro, entre procuradores, funcionarios, contables, fontaneros, amas de casa y demás habitantes de los pasos de cebra. Yo, pendiente de no pisar las franjas negras y sin dejar de mirar sus ojos, ella amenazando con conquistarme a algo más de un metro de mí. Me lancé a la búsqueda de palabras para decirle que ella era mi “ella”, esa mujer que todos buscan y que nadie encuentra.

Mentalmente trataba de pensar algo que decirle, pero.

Sí: “pero”. Porque… qué se le dice a la mujer de tus sueños si no la conoces de nada, si sólo has compartido con ella el tiempo que dura un semáforo. Se quedó frente a mí, franja negra, peatón intermitente. Nos limitamos a mirarnos, desconocidos en franjas de diferente color y perdidos en las calles de la ciudad sin nombre, sin poder decirnos nada porque nada se dicen los que de nada se conocen. El tiempo se quedó congelado y nos dejó frente a frente sin poder hacer nada, sólo continuar cada uno su camino hacia la otra acera... porque quizás aquello había sido imposible desde el principio, tal y como habíamos pensado. Sí, yo también me dije esas mentiras. Tantas y tantas veces.

Y así, sin más, nos dejamos pasar el uno al otro, perdiéndonos entre la gente, como un ciudadano más, esperando nuevas batallas que, por supuesto, volveremos a perder. Decepcionados con la oportunidad huida, la fugacidad de los semáforos.

La timidez de los pasos de cebra.
Foto extraída de pensamientosdeunacebolla.blogspot.com

sábado, 13 de julio de 2013

Intemperie

Foto: David Vicente Vicente (http://vicentealcuadrado.blogspot.com.es/)

Solo sé que quiero ver pasar
los siglos y las horas a tu lado,
que odio esta casa cuando está vacía
y esta cama fría de tu ausencia.
Que se me llenan de escombros
las tardes que trabajas fuera,
las llamadas que comunicas,
que hay sombras y frío       
en los lugares que deshabitas.

Esta intemperie de ti
perjudica seriamente mi salud.

Tengo la intención de gastarme
la vida en entenderme contigo, esperar,
cada tarde, tu vuelta a casa,
compartir el portátil en el sofá
y echarte en cara en la cama
que necesito tus pies fríos
para entrar en calor. Susurrarte,
con nocturnidad y alevosía,
el sueño de una noche de tu lado.

Porque todo lo demás
son eclipses, escarchas e intemperies.

martes, 9 de julio de 2013

El puente

Foto extraída de http://www.tiempo.com/. Usuario -FiReFoX-

De repente sucede el milagro de los puentes milenarios:

La ciudad se rompe en dos, desangrándose en aguas turbulentas,

resultando dos mitades doblemente hermosas.

Apoyado en el coloso de piedra que une las dos orillas,

uno se siente:

unido

durante un instante

                 a la ciudad y su desgarro;

dividido

entre la eternidad del lugar

                 o lo fugaz del instante.

La dicotomía es dueña del aire y de las riberas.

Existen contradicciones tan bellas ante las que solo nos es posible

suspirar.


Todo lo demás fluye, río abajo.

lunes, 24 de junio de 2013

De hogueras y deseos


Cualquier día del año es bueno para encender hogueras, para quemar las naves y emprender un viaje nuevo, para comenzar de cero, para renacer de las cenizas, para pulsar el CTR+ALT+SUPR de nuestras vidas.

Cualquier día es bueno para encender hogueras, para echar a arder el montón de vacíos que nos llenan nuestra vida diaria. Tal vez logremos ver entre las llamas el fantasma de los besos que se perdieron por no darlos, el mapa de los tesoros que nos empeñamos en esconder a diario, la luz al final de este túnel apático y sin esperanza en el que se nos convierten las semanas. Alrededor de la hoguera, el rosario de personas que nos hacen persona.

Cualquier día es bueno para encender hogueras, para activar la catarsis, para los giros de 180º que arden a la sombra.

Cierro los ojos y pido un deseo: Girar, reiniciar, arder, pero contigo.