martes, 22 de julio de 2014

Noches-ola, días-espuma

Hay noches redondas. Se instalan a la hora de una cena con vistas a la Ribera, entre las amapolas y las cervezas, con amigos, sin prisas (los niños están a buen recaudo). Se despliegan al abrir las servilletas, de papel del bueno, y al caer el día, cuando se nos anima el vino, las lenguas, las risas. Las noches redondas. Se vierten poco a poco sobre las pupilas que han visto, compartido, vivido, durante muchos años las mismas cosas y se agitan con ese aire fresco que nos pilla a todos por sorpresa un 19 de Julio por estos lares. La temperatura acompaña a las buenas compañías. Algunas buscan refugio, pero la democracia entre amigos supone pasar algo de frío nocturno por ir tan frescas. Hay noches redondas como copas de gin-tónics, como lunas invisibles, como círculos personales que describimos a ciegas hace mucho mucho tiempo. Noches redondas que quieren acabar donde hace mucho mucho tiempo, cuando no teníamos ni la mitad de confianza, cuando éramos el doble de inocentes, cuando empezamos a encontrarnos. [Pero el Under nos traiciona, su reapertura aún tiene que esperar]. Las noches redondas, a las que casi siempre me lleváis a rastras, noches que son olas, que empiezan en el río, que suben y suben, que rompen en pleno centro con el cansancio acumulado de las otras madrugadas que se parten siempre en dos, noches redondas que nos terminan despertando en días-espuma, que se esfuman tranquilos, a la orilla de los años, donde siempre os espero.



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