jueves, 15 de septiembre de 2011

Recital "Itinerario Suicida".

Hoy sonarán en público, por primera vez, los versos de este Ciudadano B, el alma del Habitante Deshabitado.


Si quieres escucharlos, ven a realizar con nosotros el "Itinerario suicida" por las calles de esta ciudad, hoy a las 21.30 horas en:


C/ Juan Rufo, 2
(Frente a la Cuesta del Bailío)
Córdoba

lunes, 15 de agosto de 2011

Libertad en cadena


Mientras pedaleo y la ciudad pasa y me acaricia en forma de susurro, me entrego al liviano placer de sentir. El sol en mi cara. El equilibrio. La sequedad de los labios y las señales de STOP. La variación de coordenadas con la que se experimenta la más pura libertad otorgada [irónicamente] por una cadena: El movimiento circular de dos pedales traducido a través de ésta en la actividad de un piñón que convierte la energía recibida en la rotación de las ruedas que produce el desplazamiento de la bicicleta, generando en mi cuerpo, factor de fuerza en el sistema, la extraña y contradictoria sensación de levedad. Creerse viento. Ser una estela en ojos de los viandantes.
[Y tú nunca estás y tu ausencia me encadena].


miércoles, 15 de junio de 2011

Eclipse de luna roja


Desde la autovía, un pálido y tibio círculo rojizo,
apenas imperceptible con la luz de la ciudad.

Esta noche le sirve de excusa para rellenar huecos
y recordar clases de ciencias en 1º de BUP,
cuando los eclipses solo eran partes del temario
y noticias que se daban, muy de vez en cuando,
en los telediarios y los periódicos de tirada nacional.

Hoy, además, representa un motivo más
para asomarse a la ciudad y teñirse de rojo.

Su eclipse, su particular eclipse, consiste en eso:
coincidir cada cierto tiempo alineados
en sus órbitas distintas: ciudadano y ciudad.

...o cómo buscar luces en la oscuridad.

.

domingo, 12 de junio de 2011

Lugares comunes: los balcones (III)

Los sábados toca baile. Por eso, después de cenar, ella se pasa un rato en el baño escogiendo las sombras para esconder las sombras malva que sus párpados ya han adquirido sin necesidad de brochazos. Se pinta los labios, se arregla el pelo y se echa crema de manos que frota sobre su piel hasta que ésta la absorbe por completo. Se mira al espejo tristemente: no queda rastro de aquella niña pecosa y pelirroja, de ágiles movimientos y pestañas al infinito.


Él, por su parte, espera paciente en el sofá, manchas de la cena en la camisa y mirada perdida en la esquina inferior derecha del televisor. Entonces entra ella al salón lentamente, al paso que le impone aquel andador prescrito por necesidad, y se acerca a él. Le tiende las manos.

- ¿Sabes qué día es hoy? -Él le contesta con apenas un parpadeo, su mirada ahora se pierde en ella o, quizás, en otra época. -Sábado. Sabes qué toca los sábados, ¿verdad?

La sonrisa amplia de ella se le contagia y le toma las manos para levantarse del sofá con la torpeza que lo haría un hombre de hojalata oxidado. Una vez en pie, ella se aferra fuertemente a sus manos. Ahora puede olvidarse del andador, confía en sí misma cuando él está a su lado.

Aún conservan un radio-cassette de los 80, enorme, de doble pletina y de color negro, que tienen colocado en la terraza, sobre una mesa LACK blanca que sus hijos le compraron en su última visita a Ikea. Cuando salen, lo primero que hace ella es activar el play, la cinta ya está preparada y cuanto antes empiece a sonar la música, menos probabilidades hay de que él ponga algún impedimento. Comienza el baile... 




...un baile lento en el que ella tiene que marcar los movimientos. De vez en cuando él le pisa inconscientemente y ella sonríe [hay cosas que nunca cambiarán, piensa] y se entrega al balanceo de sus cuerpos, al muñeco de trapo de su marido, al dolor en las rodillas, al acogedor hueco que para su cabeza existe entre el hombro y el cuello de su compañero de baile. Llega un momento en que se olvida de todo. De sus achaques, de la enfermedad degenerativa de él, de la incomunicación entre ambos, de que la canción se acaba, de que están en la terraza de un tercer piso y de que un ciudadano cualquiera, vecino de enfrente, puede estar viéndolos, abrazados y bailando al ritmo de una música que ya no existe, y encontrar así motivos para, a la mañana siguiente, escribir un post en su blog después de dos meses inactivo.

Gracias, por tanto, vecinos de enfrente, por devolverme a esta ciudad.

martes, 5 de abril de 2011

Mes de versos (Cosmopoética 8)

Yo también quiero subirme a esa bicicleta, encender la palabra mágica, mojarme bajo el paraguas.
Yo también deseo escuchar los versos, sumar los versos, colgar los versos, respirarlos.
Yo también quiero versos y estrellas, noctámbulos, sobre ruedas, a escondidas, que florezca la poesía
en su octava edición y trasnochar en rima y caída libres sin olvidar el azahar y su explosión.

Proyecto un fin de semana desde hace años. Tal vez sea éste.









Fotos extraídas del Flickr de Cosmopoética.
Más información: http://www.cosmopoetica.es/

sábado, 26 de marzo de 2011

Decisión: Erasmus


En un impulso más fuerte que su capacidad para contenerlo rompe a llorar.

Aparca el coche de su padre, de marca japonesa (Toyota city-Aichi-Japón), fabricado en Cambridge-Ontario-Canadá, comprado a un importador en Aachen-Renania del Norte-Westfalia-Alemania, la antigua Aquisgrán. Aún tiene en su boca el sabor del café jamaicano compartido hace escasos minutos con él en aquella cafetería italiana regentada por un cincuentón de un pueblo al norte de Albacete que dio a parar con sus huesos aquí cuando su mujer, profesora de inglés en secundaria, consiguió plaza en un instituto de la región.

Derrama lágrimas tristes sobre un clínex blanco del paquete que hace un par de días le vendió un senegalés vestido de gitana y tocado con un sombrero cordobés en un semáforo de la Avenida de América. En su desconsuelo, aún le recuerda, sentado frente a ella hace apenas minutos, dándole unas  explicaciones que no quería escuchar, pidiéndole un perdón que a ella le es imposible considerar, tratando de convencerla de que aún se podían salvar…

En el móvil, la música que el ruso Tchaikovski le puso a la adaptación que el francés Alejandro Dumas hizo del cuento alemán de Hoffman El cascanueces y el rey de los ratones, rompe el silencio del interior del coche. En la pantalla táctil del teléfono de marca coreana aparece la imagen de aquel viaje a Londres: ellos dos, abrazados, sonrientes, exultantes, en el puente que sobre el Támesis diseñó el español Santiago Calatrava en 1990. Una llamada: es él.

Un nuevo y rabioso impulso incontrolable, le hace coger el móvil –aún sonando, vibrando, iluminado –bajar el cristal y lanzarlo con fuerza por la ventanilla. Lo observa volar por el aire, rotar sobre sí mismo, caer al asfalto, rebotar una y otra vez sobre el gris para, finalmente, quedar in-móvil unos instantes antes de ser aplastado por el camión de una empresa de transportes belga fabricado en Suecia y conducido por un venezolano, a juzgar por la bandera que ondea junto al espejo del copiloto. En segundos, en su cabeza, y simultáneamente a la imagen del conductor y el móvil destruido, se cruzan las palabras de él explicándole su inocente aventura con aquella chica de Maturín (Venezuela, que coincidencia) compañera reponedora del supermercado de aquella cadena alemana donde trabaja desde hace un año. Entonces piensa en aquel libro que dejó a medio leer de ese autor nacido en Tocopilla, Chile, de origen judío-ucraniano y apellido casi impronunciable donde hablaba de los Actos Poéticos.

Lo sucedido en su vida en aquellos últimos veinte minutos –concluye tras reflexionar y secarse las lágrimas –era sin duda un Acto Poético fruto de la globalización.

Entonces sonríe, arranca de nuevo su coche de marca japonesa (Toyota city-Aichi-Japón), fabricado en Cambridge-Ontario-Canadá, comprado a un importador en Aachen-Renania del Norte-Westfalia-Alemania, la antigua Aquisgrán, se esfuerza en olvidar el sabor del café jamaicano compartido hace unos minutos con él en aquella cafetería italiana regentada por un cincuentón de un pueblo al norte de Albacete, y decide que el año que viene, definitivamente, sin lazos sentimentales ni sexuales que la aten, seguirá el consejo de sus padres de solicitar la beca Erasmus para su último curso de carrera.

jueves, 17 de marzo de 2011

Necesidades asténicas

Ávido de azahar y cordura,
de sol y caracoles en la Magdalena,
de cañas en la Corredera,
de noches automáticas.

Necesito que éste sea
un fin-de-semana-Prozac.

jueves, 10 de marzo de 2011

Lugares de paso




Nada le recuerda a su punto de partida. Ni una esquina, ni una ráfaga de aire, ni un sonido al azar. Existen infinitas diferencias en cada milímetro cuadrado, en cada partícula, y cada diferencia enriquece su camino. Si las esperanzas ocuparan lugar, tendría que dormir en la calle y acabarían desplazándolo noche a noche, sueño a sueño. Sonríe cuando piensa en las golondrinas. Mire donde mire solo hay órbitas, no estaciones. Busca semejanzas en la noche y sus entresijos, pero hasta la oscuridad y sus penumbras se muestran ajenas a cualquier parecido con sus recuerdos.

Cada día descubre que sólo existe una ciudad hecha para él. 
El resto son lugares de paso.

Mientras tanto, pasea por lugares cibernéticos, teje redes sociales de corto alcance y comparte links por no gritar sus desesperaciones pasajeras. Desea que os guste, perdón por la nostagia.

[Foto: Pauu-B]

viernes, 25 de febrero de 2011

El habitante eterno (haraquiri).

Ha olvidado las avenidas grises, los autobuses de línea
 y los tickets de la O.R.A. al pasar por Deanes.
También los puestos de la ONCE y los supermercados,
las gasolineras, las prisas y los andamios.

Ahora solo quiere –necesita –ser de cal y terracota,
perderse en un laberinto para encontrarse a sí mismo,
recorrer rincones que le otorgan razones de peso
para morir en el intento de volver para siempre.

Ha olvidado las avenidas grises y las tristes esquinas,
el imperio Inditex, las oficinas y su quehacer rutinario.
Bajando por Céspedes ha decidido prescindir
de todo lo obvio, vulgar e intrascendente de la urbe.

Emulando a Aristóteles, persigue la esencia,
cada mínimo detalle que la hace única.
Así, una vez retirados los rasgos comunes de ciudad,
desnuda de despojos y trivialidades,
la utilizará como dardo envenenado
en un haraquiri desesperado y kamikaze.

Será su peculiar forma de convertirse
en parte de las ruinas y la historia.
Ser parte de la esencia,
ciudadano cosmogónico,
el habitante eterno.

jueves, 10 de febrero de 2011

Un lugar más habitable

No basta con sesión nocturna de canciones en el coche con el volumen al 22 e intentando gritar por encima de la música, ni con llegar a casa y descalzarse, ni tumbarse boca abajo en la cama. Tampoco basta darse un chapuzón de redes sociales, ni salir al aire frío de la terraza, ni una ducha caliente, ni una sesión de sofá y arrumacos y cojines que estorban y luz tenue y cierra los ojos que ha caído la noche. No basta con arañar minutos e ideas frente a un archivo Word en blanco nuclear, ni con sentir –por escasos instantes –que uno es quien es a pesar de la alienación y lo días duros. No basta con tiritas nocturnas en días hemorragia.

A veces creo que sólo un paseo por la Ribera y una caña en la Corredera harían de este mundo un lugar más habitable.



Foto extraída de la web http://pasearporcordoba.webnode.com/

sábado, 8 de enero de 2011

Lugares comunes: Los semáforos.

Trabaja en el rojo y las ventanillas. Vive y duerme en la intemperie.


Cuando tú frenas y te adentras en el atasco de las 8 menos 10, él ya está esperando tus céntimos de caridad, tu aliento de humo y prisa, tu ralentí desganado y madrugador. Con su sonrisa, su andar cansado, su gorro cómico -única protección ante el gélido desamparo de la mañana invernal - y sus ojos de esperanza férrea. Con todo ello te espera, aguarda al rojo del semáforo y tus luces de frenos, se acerca y, a pesar del cristal a modo de barrera y tu cara de apatía, sabe que necesitas sus carantoñas y mohínes, sus paquetes de clínex y sus ambientadores de pino. Cuando vuelve el verde y comienza a moverse la serpiente de coches, él vuelve satisfecho a la acera, mostrando el blanco de sus dientes en una mueca feliz. No ha conseguido ni un céntimo, pero sabe que te ha hecho reír.

En África -piensa- es más difícil sacar sonrisas que vivir en la calle. Justo al contrario que aquí.


Córdoba, Polígono de Chinales.
(Semáforo junto a la Gasolinera)
 7 de Enero de 2011

lunes, 3 de enero de 2011

Feliz 2011

El fin de año ha pasado de puntillas, sigiloso.

El habitante de esta ciudad ha dejado caída en el suelo la última hoja del calendario 2010. Deja escrito en el vaho del cristal una lista de propósitos, tal vez la voluntad de instaurar un nuevo sistema de vida mundial.

Más allá de los pesimismos y las tristezas del recién acabado 2010, más allá de las listas del paro, de las crisis económicas y las reestructuraciones financieras, de los procesos judiciales por corrupción, dopaje y separaciones matrimoniales, de las despedidas, hasta siempres y ojalás, mucho más allá de las escasas posibilidades del mundo laboral, de la desesperación por lo que nunca debió ser, de la desidia de nuestros gobernantes, de la apatía social y sus estertores... más allá de todo lo malo de este año existen muchos momentos que debemos conservar.
                                   
No ha sido un año fácil. Pero ni diez años iguales podrán con ninguno de nosotros. Hay espacios oscuros, dispuestos a albergar las sombras de esta ciudad y sus noches. Existen también avenidas, bulevares y parques donde la luz siempre existe. El ciudadano busca el equilibrio, los grises, los abrazos y la esperanza.

Y, puesto a pedir, pide un 2011 que cierre puertas de habitaciones químicas, que sumerja las tristezas de la calle en un pozo sin fondo, que inicie un proyecto de optimismo y vitalidad. Quiere que 2011 sea, no solo su año, sino también el vuestro.

Abre los brazos desde su azotea, atalaya cibernética, respira hondo, se siente en comunión con la ciudad y sabe que será así, tal y como él desea. Abraza el aire que la ciudad respira, se llena de él y sonríe. Algo, muy adentro, le ha hecho cosquillas.

Feliz 2011

lunes, 20 de diciembre de 2010

Nuevas listas de reproducción de Diciembre: Música para alimentar la morriña navideña y Música para combatir la morriña navideña


En efecto: 2 listas. Porque esta época tiene tantos admiradores como detractores, para unos y para otros una lista. El pequeño propósito era hacer dos listas con los mismos autores y distinto espíritu (“pro” y “anti” navideño).
Elijan por ustedes mismos.



Sin título

Me acorralan el frío y las nostalgias,
las soledades y los minutos muertos.

Siento su aliento gélido, robándome oxígeno,
ahogándome contra este lado del sofá,
dándome esta muerte lenta y aburrida
de la que soy espectador y protagonista.

Me rodea este vacío de ganas y esperanzas,
este aburrimiento cruel que me hace escribir
estupideces, necedades y simplezas.

martes, 30 de noviembre de 2010

Lugares comunes: las aceras.

Aceras

Existe una ciudad distinta a uno y otro lado de las aceras // aceras
que dividen cada calle en los lados contrarios de una // misma cosa.
A un lado los números pares, kioskos y estancos // al otro
los impares, cafeterías, y una ténue esquina // donde un día
// siempre dije adiós. 

viernes, 26 de noviembre de 2010

Caminantes y paseantes: homenaje al flâneur

Observa a la muchedumbre y se entristece. Hundidos en su aburrimiento y la rutina de cualquier miércoles, los ciudadanos cruzan pasos de cebra en tropel, desplazan sus cuerpos por las aceras buscando portales determinados y caminan apresurados hacia edificios de oficinas o instituciones públicas. En su desenfreno ordenado e impetuoso, de origen laboral o espiritual, todos olvidan la esencia. Por eso se entristece: entre la aglomeración y sus vorágines, la mayoría pierde la capacidad de observación y disfrute simultáneos, la aptitud para admirar las maravillas que la ciudad les ofrece. Inmersos en sus historias e histerias, toda la ciudad es desierto, un gris y vasto desierto para ellos.



Por una lado, piensa mientras los observa, diligentes e inconscientes de lo que les rodea, que tienen, en gran medida, suerte de vivir inmersos en esa inconsciencia. A ellos les daría igual cualquier ciudad del mundo, su forma de actuar no cambiaría. Para ellos la ciudad no les influye, las aceras de Manhattan son iguales que las de Munich, los portales de Birmingham son muy parecidos a los de Amsterdam y así sucesivamente. Y eso, en parte, les hace afortunados, ajenos a la desgracia del desarraigo. Todos caminan, ninguno pasea.

Por el otro lado, pensando en sí mismo, se sabe afortunado. A pesar del desarraigo. A pesar de que necesite la ciudad a modo de su Prozac particular. A pesar del spleen post-euforia después de cualquier paseo a la deriva por sus calles. A pesar, incluso, de este síndrome de abstinencia que le induce un estado continuo de dolor agudo y visceral.

Él, al menos, es consciente del espectáculo urbano a cualquier hora, de las extraordinarias imágenes, del show que esconde cada vuelta de esquina, de la magia que impregna cada piedra, cada substrato, consciente de que pasear a la deriva es uno de los placeres que la ciudad otorga.

Y desea tanto volver para dejarse llevar…

 (Foto: Paula B.)

domingo, 21 de noviembre de 2010

Cumpleaños

Caen del cielo, como confeti. Desde algún lado más allá de las azoteas, alguien ha lanzado centenares de papeles con un poema, a modo de felicitación para el habitante de horas bajas:


Cumpleaños

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en el aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños
Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

Lo firma un tal Ángel González... que jodido el tío, ha dado en el clavo.

viernes, 15 de octubre de 2010

Lugares comunes: las plazas.


A veces, mira para atrás y ve una plaza con bancos en un barrio de la periferia, donde un día contuvo la respiración más segundos de la cuenta. Era su técnica infalible para ver pasar los trenes, para no confundir señales, para no equivocar los gestos: contener la respiración.
Mira atrás. La plaza. Un banco. Ella.
La vida –piensa –normalmente la marcan los grandes momentos –el primer diente, el primer amor, el primer suspenso, la graduación, aquellas vacaciones, el primer hijo… –sin embargo, pasamos de largo pequeños momentos que también nos marcan. Son breves instantes, apenas segundos, en los que se fraguan, quizá, decisiones, grandes y pequeñas, que influirán mucho o poco en el resto de nuestra vida.
Esos segundos él los pasaba aguantando la respiración –se pregunta qué sería ahora de él de haber tomado aquellos trenes en vez de perderlos. –Por eso, a veces, mira atrás y ve una plaza con bancos en un barrio de la periferia, y es consciente de que allí frente a ella, casi en actitud autoprotectora, tal vez algo miedosa, quizá prudente o en exceso racional, contuvo la respiración durante unos segundos. Los segundos precisos para dejar pasar un tren, o quizás para no equivocar los gestos, o quizás, simplemente, para recordar siempre aquella plaza como la plaza de la respiración contenida, del pecho en un puño, de las oportunidades perdidas.
Mira atrás y ve la plaza. Recuerda algún silencio prolongado entre ellos, miradas huidizas, la respiración contenida para mantener la amistad inquebrantable. Recuerda que se levantó y soltó el aire cálido que había escondido durante segundos en lo más profundo de sus pulmones, en el alvéolo más recóndito. Aún sentada, ella sonreía.
Y su sonrisa seguía siendo la misma y nada había cambiado.
O lo que es lo mismo: un nuevo tren se perdía a lo lejos.