lunes, 14 de abril de 2008

Llora Espinete

Seguramente, nadie que ronde ahora entre los 25 y los 35 años haya olvidado a ese erizo grande y extrañamente rosa que nos acompañó durante toda la infancia. Es uno de los símbolos que podrían identificar aquella generación que hoy, probablemente, lucha por encontrar un empleo estable y digno, una vivienda que pueda comprar/pagar y, si aún no la ha encontrado, aquella persona con la que compartir la hipoteca, los recibos de la luz y el poco tiempo libre que le deje el trabajo.
Llora Espinete, pero no porque vea que los niños sonrientes que observaban la televisión enbobados son hoy luchadores natos (los mineros, que diría un genio) que se estrellan una y otra vez con la dura realidad que les ofrece la tardía juventud de los "casi" 30 años. No llora tampoco porque las cadenas dejaron de buscar hace demasiado tiempo un sustituto digno para sus horas de entretenimiento infantil. Ni siquiera llora porque se haya enterado de que los erizos están en peligro de extinción. Llora por Juan Ramón Sánchez Guinot.
Espinete, como todos nosotros, también creció. Un día, cuando ya nadie le perseguía con cámaras para rodarle con sus amigos en Barrio Sésamo , cuando un extraterestre naranja y usurpador llamado Yupi vino a quitarle sus espacio en la franja infantil, entonces, aquel erizo salió de la televisión y entró en el mundo real convertido en mujer. Creyó entonces que "Espinete" no era nombre para un humano y decidió cambiárselo por el de Chelo Vivares. Como cualquier humano, aceptó su condición. Buscó un trabajo, una vivienda digna y un marido con quien compartirlo todo.
Quizás a nadie le suene el nombre de su marido, Juan Ramón Sánchez, pero todos le conocimos. Él también salió del mismo barrio, se dejó caer el pelo, se dejó barba, se dejó el delantal blanco y, el viernes pasado, se dejó vencer por un cáncer fulminante. Esta es su foto... tal vez ahora le reconozcais.
Espinete llora. Y todos, un poquito por dentro y un poquito tiempo atrás, también lloramos.
La vida pasa. Y en cualquier momento... se pasa.

Mañana escribiré de lo que tenía pensado para hoy, pero al ver la noticia algo se me ha removido por dentro y creía justo homenajear al personaje que horneaba pan en el barrio de nuestra infancia.
Os dejo un link aquí por si queréis recordar viejos tiempos.

Instalado en la melancolía, saludos.
A.B.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Se me ha roto el corazón!!

Conmovedoras palabras. El niño que llevo dentro llora contigo, amigo.

Supongo que en el cielo les hacía falta la sonrisa de un panadero.

Hasta siempre, Chema. Gracias por todo.

Juan Eme dijo...

que descanse en paz como nuestra infancia. el niño ha muerto, viva el adulto!!

Anónimo dijo...

Hola Álvaro!! Conmovedoras palabras las que has dedicado, has conseguido emocionarme y todo...
Por cierto, enhorabuena por el blog, le he estado echando un vistazo rápido (porque estoy en el trabajo) y me encanta, pero volveré a visitarte con más tranquilidad ;)

Saludos de una antigua compi de facul. Espero que todo vaya genial.
Besos. Eva.

Ciudadano B dijo...

Eva!!! Bienvenida a la ciudad. Puedes pasear cuanto quieras, sentarte en cualquier banco a descansar e incluso, si te apetece, meterte en una cabina, marcar un número al azar y hacer que llueva. Al otro lado del teléfono siempre aparece alguien. La ciudad deshabitada engaña.

Saludos.

A.B. (Deshaciendo nudos de garganta).

Anónimo dijo...

"Chema" nunca dejó de ser artista.
Era actor, pintor y escultor.

Hace tan sólo dos años fue el protagonista de la gran "Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte" (Premio Valle Inclán de teatro).

También se asomó a la pantalla grande: "Matador" de Almodóvar, "Los ojos vendados" de Saura o "Dónde está el corazón", de John Boorman.

Regentaba además una sala alternativa teatral en Madrid, Sala Tribueñe, gracias a la cual muchos jóvenes creadores podían dar salida a sus arriesgados y experimentales proyectos.

Antes de que la muerte le pillara desprevenido, preparaba el montaje de dos textos: uno de Lorca y otro de Nabokov que planeaba estrenar el próximo otoño.

Juan Ramón, estoy segura de que nunca dejarás de crear allá donde estés.

Mucha mierda, compañero

Verdegris