Él mintió. Aseguró trabajar en el Departamento Comercial de una gran empresa de productos químicos, con sede a las afueras de la ciudad: Es un lío, coger todos los días el coche, hora punta, los atascos, llegas tarde… el trabajo en sí no está mal, apasionante, cada día una aventura nueva, nuevos retos, grandes compañeros, muy buen sueldo. Pero en fin, no te quiero aburrir hablándote de mi trabajo. ¿Tú estudias o trabajas?
Trago al White-label-cola. La risa de ella le hizo caer en lo poco original de su pregunta.
Ella también mintió. Aseguró ser Delegada Adjunta de una firma alemana de mobiliario de oficina: Lo que más me atrae de mi trabajo es la cantidad de viajes que tengo que hacer por toda España. Al no tener ataduras familiares, es bastante fácil y motivador. Por cierto, me encanta vuestra ciudad…
Su Havanna-Club estaba demasiado cargado. Volvió a sonreir.
Después, la conversación fue por otros derroteros: Intereses, aficciones, alguna broma, vivencias, experiencias, algún drama familiar, otra copa, por favor, esta vez invito yo, ella era una sonrisa constante, él una mirada que poco a poco pedía más, alguna mentira más, más copas, más proximidad, más miradas, más sonrisas…
Terminaron maltratando una cama desconocida en el hotel más cercano, él tirándose a una espectacular Delegada Adjunta divorciada sin hijos con domicilio en Santander, y ella beneficiándose a más no poder a un atractivo Comercial Ejecutivo orihundo del lugar. Les pareció genial que ya en los cuarenta pudieran darse un segundo atracón de empujones antes de quedar dormidos.
Dos semanas después, él se quedaba sin habla y a ella le subían los colores cuando coincidían (por primera vez después de aquella noche) en aquella sala tan triste que tan poco parecido guardaba con el pub de moda aquel donde se conocieron. Él preguntó ¿es usted la última?, y ella se volvía para responder afirmativamente antes de mirarle a la cara y quedarse, ambos, en silencio, frente a frente, maldiciendo las casualidades. La reconoció pese a no encontrarle atractivo ninguno, ni parecido remoto a la espectacular mujer elegante de la otra noche. Ella enmudeció, en parte por la vergüenza de verse desvelada y en parte por ver que aquella nariz resultaba realmente monstruosa para una cara tan delgada, aquel tipo era el mismo pero sin un ápice de similitud con el tío interesante al que mintío como una arpía a altas horas de la madrugada en un pub y posteriormente en una habitación de hotel.
Ni Comercial Ejecutivo ni Delegada Adjunta. Reencontrados, mentirosos, delatados, desencantados, se sintieron decepcionados consigo mismos. La cola del INEM no fue nunca un buen lugar para los reencuentros. De cualquier forma, se dieron dos besos, sellaron sus cartillas del paro, se tomaron un café juntos, leyeron juntos la sección de empleo del periódico local y, conscientes de que la noche debilita los corazones, se despidieron dejando la puerta abierta a otro encuentro casual nocturno en cualquier barra de la ciudad.
Actualmente, ella ha optado por la venta por catálogo para Avón. A él puedes reconocerle detrás de una voz gutural y triste si llamas al servicio de atención al cliente de un conocido operador de telefonía móvil. En horas muertas, malescribe en su blog historias de encuentros casuales con finales vulgares.
Trago al White-label-cola. La risa de ella le hizo caer en lo poco original de su pregunta.
Ella también mintió. Aseguró ser Delegada Adjunta de una firma alemana de mobiliario de oficina: Lo que más me atrae de mi trabajo es la cantidad de viajes que tengo que hacer por toda España. Al no tener ataduras familiares, es bastante fácil y motivador. Por cierto, me encanta vuestra ciudad…
Su Havanna-Club estaba demasiado cargado. Volvió a sonreir.
Después, la conversación fue por otros derroteros: Intereses, aficciones, alguna broma, vivencias, experiencias, algún drama familiar, otra copa, por favor, esta vez invito yo, ella era una sonrisa constante, él una mirada que poco a poco pedía más, alguna mentira más, más copas, más proximidad, más miradas, más sonrisas…
Terminaron maltratando una cama desconocida en el hotel más cercano, él tirándose a una espectacular Delegada Adjunta divorciada sin hijos con domicilio en Santander, y ella beneficiándose a más no poder a un atractivo Comercial Ejecutivo orihundo del lugar. Les pareció genial que ya en los cuarenta pudieran darse un segundo atracón de empujones antes de quedar dormidos.
Dos semanas después, él se quedaba sin habla y a ella le subían los colores cuando coincidían (por primera vez después de aquella noche) en aquella sala tan triste que tan poco parecido guardaba con el pub de moda aquel donde se conocieron. Él preguntó ¿es usted la última?, y ella se volvía para responder afirmativamente antes de mirarle a la cara y quedarse, ambos, en silencio, frente a frente, maldiciendo las casualidades. La reconoció pese a no encontrarle atractivo ninguno, ni parecido remoto a la espectacular mujer elegante de la otra noche. Ella enmudeció, en parte por la vergüenza de verse desvelada y en parte por ver que aquella nariz resultaba realmente monstruosa para una cara tan delgada, aquel tipo era el mismo pero sin un ápice de similitud con el tío interesante al que mintío como una arpía a altas horas de la madrugada en un pub y posteriormente en una habitación de hotel.
Ni Comercial Ejecutivo ni Delegada Adjunta. Reencontrados, mentirosos, delatados, desencantados, se sintieron decepcionados consigo mismos. La cola del INEM no fue nunca un buen lugar para los reencuentros. De cualquier forma, se dieron dos besos, sellaron sus cartillas del paro, se tomaron un café juntos, leyeron juntos la sección de empleo del periódico local y, conscientes de que la noche debilita los corazones, se despidieron dejando la puerta abierta a otro encuentro casual nocturno en cualquier barra de la ciudad.
Actualmente, ella ha optado por la venta por catálogo para Avón. A él puedes reconocerle detrás de una voz gutural y triste si llamas al servicio de atención al cliente de un conocido operador de telefonía móvil. En horas muertas, malescribe en su blog historias de encuentros casuales con finales vulgares.