Oyó el portazo con forma de ADIÓS con mayúsculas y sabor a cacahuetes amargos. Una hora después el ascensor parecía balancearse en su bajada a la cafetería del hotel: había agotado el mini-bar de su habitación dos-cuatro-nueve y necesitaba alguna copa más para asumir aquella despedida. El camarero le sirvió su copa con una mirada cómplice.
Todo había acabado. Paloma volaba ahora rumbo a cualquier otro cuerpo con cualquier otro nombre y él tendría que afrontar la situación con un mínimo de dignidad. Con aquel portazo Paloma daba por terminada su relación durante algo más de año y medio.

Dos horas más tarde, al borde del coma etílico, regresaba a casa. Por suerte para él, su mujer y los niños ya dormían. Mañana Paloma no habría existido nunca.
2 comentarios:
Barras de bar
Infiernos en la tierra, agujeros negros para las almas heridas, espejismos, oasis de nuestros desiertos, oceanos de veneno. No ayudan a olvidar, sí a potenciar tu dolor,a despertar tu locura, a salir de allí más muerto.
Es mi opinión (mi consejo)
Ánimo ciudadano.
Gracias por el comentario Nuria. Yo no comparto tu opinión. Creo que las barras es un especie de limbo con dos salidas distintas: la primera, la tuya, salida directamente al infierno; la segunda, la salida redentora, porque a veces sí es posible encontrar la salvación al fondo de una botella medio vacía.
Viva la bipolaridad. Un beso, Nuria.
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