En una vida ideal, uno tendría a los seres queridos siempre
al alcance de la mano o un par de barrios más allá, compartiría cervezas e
inquietudes semanalmente, poniendo en común proyectos personales que
acelerarían todos mis procesos creativos y con todo ello conseguiría quitarme
de encima ciertos complejos y vergüenzas que me impiden hablar con naturalidad
de lo que para uno es cotidiano e hiriente.
Hoy le he abierto las piernas a la ciudad y he disfrutado
metiéndome dentro, a la deriva y sin control. Un acto poético de lo más sensual.
Pero la vida ideal, normalmente, solo dura una semana…
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