Un café y dos cervezas pueden durar toda una tarde, o convertirle a uno en el espejo de su alma. El ciudadano B adora las tardes del Jazz, reconstruirse, proyectarse en el resto de personajes que comparten su mesa y comulgar con ellos en el mejor de los proyectos. Después, sale a la calle comiéndose el mundo, reinventando historias o sin sentirse deshabitado. La ciudad, entonces, ya no es sólo ese espíritu que le rodea, esa heroína amarga que le obliga a consumir cada poco tiempo, ni siquiera es sólo un lugar –el lugar- , sino también el sueño y la meta impuestos por necesidad, el futuro, el aliento… la verdad.
La verdad, esa que siempre nos alcanza.
Y la verdad es que el ciudadano B abandona la ciudad y la ciudad continúa su marcha, su cosmoprogramación, su inercia de versos, prosas y páginas escritas. Y morderse la lengua siempre es poco, y el fastidio natural, y el peso de perderse, no uno, ni dos, sino mil eventos en otros tantos rincones imprescindibles. Esa es la verdad.
2 comentarios:
ay, esa verdad duele. y esa futura tertulia del jazz le dará mil vueltas a aquellas del malhadado trasero.
"abandona la ciudad y la ciudad continúa su marcha, su cosmoprogramación, su inercia de versos, prosas y páginas escritas. Y morderse la lengua siempre es poco, y el fastidio natural, y el peso de perderse, no uno, ni dos, sino mil eventos en otros tantos rincones imprescindibles. Esa es la verdad."
Yo no hubiera dicho mejor.
Aquí hay un lugar en el que hacen conciertos impresionantes,-si pudieras verlo, imaginártelo- es el lugar en el que piensas: "ahora mismo no querría estar en ninguna otra parte". Piensas eso mientras tienes a los músicos tocando
-llevándote-, están apenas a un par de metros de ti.
Seguramente el de la derecha opine lo mismo que tú.
Eso se nota.
Un besazo.
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