Volver al hospital es siempre
reabrir brechas, remover recuerdos
de cuando los diagnósticos médicos
auguraban dolor de alma
y nosotros desconocíamos aún
los entresijos de la hematología.
Es adorable verte entrar, altiva
-como por aquel entonces,
casi ajena al miedo normal
de las personas normales–
pasar por el mostrador,
la sala de espera y sus esperanzados,
recorrer los pasillos de memoria,
buscar la sala del escáner,
esperar en la puerta, paciente.
Después, salir, afectada por el
contraste,
desandar los pasillos,
y de nuevo la sala de espera,
que sigue estando llena.
Valoramos por ello nuestra suerte
de estar de paso, ahora y antes,
de mantener a raya las razones
que nos llevaron allí,
de conseguir que los marcadores
nos dieran la victoria.
Volver al hospital es siempre
abrir brechas, remover recuerdos;
y con ello ser conscientes
de la fortuna que encierra
el simple y doloroso acto de volver,
el mero hecho de que duela.