Trabaja en el rojo y las ventanillas. Vive y duerme en la intemperie.
Cuando tú frenas y te adentras en el atasco de las 8 menos 10, él ya está esperando tus céntimos de caridad, tu aliento de humo y prisa, tu ralentí desganado y madrugador. Con su sonrisa, su andar cansado, su gorro cómico -única protección ante el gélido desamparo de la mañana invernal - y sus ojos de esperanza férrea. Con todo ello te espera, aguarda al rojo del semáforo y tus luces de frenos, se acerca y, a pesar del cristal a modo de barrera y tu cara de apatía, sabe que necesitas sus carantoñas y mohínes, sus paquetes de clínex y sus ambientadores de pino. Cuando vuelve el verde y comienza a moverse la serpiente de coches, él vuelve satisfecho a la acera, mostrando el blanco de sus dientes en una mueca feliz. No ha conseguido ni un céntimo, pero sabe que te ha hecho reír.
En África -piensa- es más difícil sacar sonrisas que vivir en la calle. Justo al contrario que aquí.
Córdoba, Polígono de Chinales.
(Semáforo junto a la Gasolinera)
7 de Enero de 2011