miércoles, 29 de octubre de 2008

Tendremos que esperar...


Por mí, y por todos los seguidores... pero sobre todo lo siento por María, la más seguidora de Xoel que conozco personalmente.

Mala noticia, sin duda.

A.B.


Ciudad-búsqueda.

Busco a mi ciudad 
entre la lluvia y las aceras,
el tráfico, sus neuras
y las noticias de última hora.
Registro cajones vacíos,
llamadas perdidas, apuntes con mala letra
y fotogramas de años pasados
que me muestran la evidencia.

Busco sin éxito la ciudad
de los grandes rincones
y las pequeñas plazas
de balcones y terrazas abiertas
a la alegría de los sábados por la mañana.
El fracaso me duele entre semana,
pero hay viernes con carretera
que nunca me pillan por sorpresa.

Al final, la ciudad me encuentra siempre,
entregado a sus otoños y sus renuncias,
refugiado en la barra Automática,
con alguna cerveza de más
y escuchando aquella canción de los Smiths
que me recuerda tanto a ti.

A.B. (Octubre 2008)

viernes, 24 de octubre de 2008

Felicidades


Aprovecho mi primera actualización desde mi "retorno a la normalidad" para mandar una felicitación.

Muchas felicidades y gracias por todo, también por dejarme tus ojos como regalo vital.

Hoy era un buen día para estar juntos, ¿no? Un buen día, como todos.

El fin de semana que viene lo celebraremos con intereses.

Muchos besos, papá.

A.B.: Porque este ciudadano-B te debe la B a ti... entre otras tantas cosas.
Te sigo debiendo un regalo.

martes, 21 de octubre de 2008

Lugares comunes: cabinas de teléfono (2ª parte)

Entonces, un mechero para verse las caras y dar paso a una presentación atípica entre cristales, rodeados de una lluvia que, lejos de cesar, aumentaba de intensidad. El agua se deslizaba por las aceras y el asfalto, calle abajo, ante la imposibilidad de ser tragada por las alcantarillas, poco acostumbradas a aguaceros como aquel.

Cuando uno se queda encerrado dos horas en una cabina con una desconocida a causa de una lluvia violenta y una avenida demasiado grande y sin portales que puedan proteger, se crea una relación un tanto circunstancial e intensa a la vez, ya que, para combatir la incomodidad de mantener silencios excesivamente largos, acabas hablando –entre trueno y trueno –de cosas de las que, normalmente, no hablarías con el primer desconocido que se plantase delante. Pasada una hora la situación era preocupante, la tromba no cesaba y el nivel de agua en el suelo había alcanzado los quince centímetros de escalón que daban acceso a la cabina, aproximándose lentamente a los zapatos de los dos desconocidos sin paraguas.

En ese momento los dos se imaginaron la cabina llena de agua al cabo de unas horas y rieron con la idea de ser dos pececillos en una pecera con línea telefónica.

Tuvieron que pasar una hora más entre risas, charlas y agua en los zapatos para que la lluvia fuera algo más débil y poder plantearse la idea de salir de aquella jaula de vidrio. Sin esconder una sonrisa –triste, pero sonrisa –ella no pudo esconder su deseo de que la lluvia no remitiera y poder quedarse más tiempo con él encerrados en esa cabina. Él soltó un comentario ocurrente, algo así como “habrá más lluvias y esta cabina”. Ella le besó en los labios segundos antes de salir a la calle, al debilitado chaparrón, y decir adiós con su mano mientras emprendía una carrera feliz de regreso a casa.

 

- ¿Le ha pasado a usted alguna vez una cosa así? – Ramón ya no sabía como explicárselo. El policía bebía café en una vaso de plástico y le miraba con cara de póquer. –No es que me importe, agente, pero si no lo ha vivido no puede entederme.

 

Resulta que dos horas de diluvio universal y un beso fugaz así le dejan a uno tocado unos meses. Ramón no puede negar que al cabo del tiempo se hubiera olvidado de aquel encuentro, pero desde entonces las gotas de lluvia le recordaban a ella y a su paraguas roto de lunares malva. La hubiera olvidado si dos meses después, otra borrasca procedente del norte de Europa, no hubiera provocado otro aguacero de similares magnitudes. Desde la ventana de la cocina comenzó a tronar y Ramón se puso en marcha…

Sin paraguas, sin defensa alguna y sin muchas esperanzas, salió a la calle y comenzó a correr, bajo la lluvia, en dirección a la esquina de aquella avenida. Se veían relámpagos a lo lejos y un nubarrón más negro que su pasado que cubría por completo la ciudad. Cuando llegó a la cabina algo dentro de él se derrumbó: nadie.

Decidió entrar, resguardarse en ella, esperar.

Y diez minutos más tarde apareció, avenida abajo, corriendo a contracorriente, la lluvia maltratándole y ella, buscando el refugio perfecto. Su refugio.

Es fácil besarse con un desconocido en una cabina cuando es la segunda vez que lo ves, llueve a cántaros y no hay ningún otro loco por la calle. Es fácil covencerse de que lo de aquella noche fue “su” casualidad, aquella que tanto tiempo llevaba esperando. Es fácil sentirse especial cuando llevas cinco meses metida en un agujero del que deseas salir… y descubres que la mejor forma de salir es meterte en una cabina de telefónos los días de lluvia. Lo instituyeron así, casi sin quererlo, de forma espontánea, las noches de lluvia y cabina. Dos peces grises dándose los besos más húmedos del mundo bajo las lluvias más torrenciales de la última década.

 

-No me cuente más detalles, señor… esto me vale como declaración. No necesito más. –Le tendía los papeles a Ramón. –Fírmeme aquí, por favor.

 

Ramón salió de la comisaría totalmente hundido. Aquel policía no había entendido nada. Ni la historia de la cabina, ni las razones que le empujaron a encerrarse en ella unas horas antes. La decisión de la compañía de teléfonos de retirar en la zona centro de la ciudad las cabinas antiguas por otras más modernas y, por supuesto, abiertas para evitar cuadros de claustrofobia en los usuarios, era una noticia desagradable para la continuidad de sus encuentros bajo la lluvia, una medida para hacer desaparecer el único vínculo de unión entre él y “su” casualidad, una decisión que daría al traste con toda la magia que conservaban esas citas de aguacero. Quiso evitarlo con cartas a la compañía, cartas en los periódicos contando su historia, denuncias a la OCU argumentando lo útil de tales cabinas en caso de diluvio universal, pero ninguna de sus protestas tuvieron respuesta. Desesperado y conocedor de que la desaparición de tales elementos urbanos era inminente, decidió aquella noche encerrarse en su cabina como gesto de protesta y, ante todo y sobre todo, como un gesto de amor casual.

 

                                                                                              Fin de la 2ª parte.

                                                                                              Título original: Diluvios en la Quinta.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Bajo ningún concepto

Ni me niegues tus besos, 
ni me canceles los planes,
ni me arañes los huesos.
Si vas a matarme, hazlo,
pero bajo ningún concepto
lo alargues más de lo necesario.

domingo, 12 de octubre de 2008

Lugares comunes: Cabinas de teléfono (1ª parte).

Tuvo que intervenir la policía. Una pareja de viandantes llamaron alertados y no tardaron en llegar un par de coches patrulla al lugar. La lluvia caía feroz aquella noche, jugando con las luces centelleantes, azules y rojas de los nacionales, dándole un aspecto más americano a la intervención de las fuerzas del orden. Tardaron algo más de una hora en sacarlo de allí, intentándolo primero por la vía amistosa y pasando después al intimidatorio y  más efectivo plan B. A eso de las cuatro de la madrugada, Ramón, algo más despejado y relajado por el efecto de un calmante inyectado en vena, prestaba declaración en las dependencias de la comisaría.

Podría decirse que todo había empezado en aquel mismo lugar de donde le habían obligado a salir, una noche de aguacero idéntica. Porque empezó a llover en tromba y el agua le sorprendió en mitad de la avenida, sin paraguas –como acostumbraba –y sin más lugar donde resguardarse que aquel cubículo transparente de la cabina de teléfonos. Una de esas de las de antes, cubierta de arriba abajo y con puerta plegable. La tromba era tal que desde el cristal Ramón era incapaz de distinguir la calle a dos metros de distancia. Dio gracias a la compañía de teléfonos por sus instalaciones especialmente diseñadas para salvarle la vida a cualquier ciudadano sin paraguas en caso de aguacero. Empezaba a gustarle la visión borrosa y turbia de la ciudad a través del cristal maltratado por la lluvia cuando la puerta plegable de aquella cabina se abrió y alguién irrumpió violentamente en el reducido espacio del cubículo.

- ¡Perdón! –Habló un malherido paraguas de lunares malva intentando cerrarse al chocar con Ramón. Probablemente no se había percatado de que la cabina de teléfonos tenía ya un habitante. Porque los paraguas de lunares malva tienen eso, que no miran dentro de las cabinas, son bastante despistados y nunca dicen eso de “¿se puede?” antes de entrar en sitios estrechos.

Detrás del paraguas parlanchín, una joven con el rostro húmedo y en él, una sonrisa de preocupación y timidez. Continuó luchando con el paraguas, obligándole a cerrarse, pero la lluvia lo había destrozado. La puerta volvió a plegarse y el paraguas salió volando en dirección a las fauces de la tormenta. Un relámpago que estalló en la avenida precedió al estruendo brutal de un trueno que hizo temblar la cabina y estremecerse a la joven.

- No te preocupes, hay sitio para dos. –Ramón se volvió para no darle la espalda a la desconocida. –Esperaremos a que escampe.

Un nuevo relámpago iluminó de nuevo el bombardeo de agua en las aceras, los coches y las farolas; después, el trueno ensordecedor dio paso a un apagón en toda la avenida. La luz de la cabina también se fue de golpe. Quedaron a oscuras, la lluvia, la cabina, ellos y algo más negro que la ciudad al otro lado del cristal.

 

- Pensará que estoy loco, sargento… pero se lo puedo explicar. –A Ramón le temblaba un poco la voz. El policía, al otro lado de la mesa, miraba en el ordenador los resultados de los partidos de liga de esa misma tarde, mientras que el declarante continuaba la descripción de los hechos.

                                                                                                                             Continuará… 

sábado, 11 de octubre de 2008

Detallarte6

PISTAS:

1. Pintura al fresco que representa una escena nocturna.
2. Está a punto de aparecer un ángel (y éste tan tranquilo).
3. El protagonista de la escena cambió la Historia de occidente.

Tras alguna que otra insistencia en volver a colgar un Detallarte, aquí os dejo lo nuevo. Suerte para todos y a participar!!

En cuanto al último, se nos olvidó felicitar a Elia al acertar el título del cuadro de Edward Hopper, "Nighthaws" (por cierto, avisa cuando tengas colgadas las fotos de Milán y alrededores).

domingo, 5 de octubre de 2008

Instalados


Mudanza realizada.

Actualmente sin conexión a internet.

Me buscaré la vida para actualizar todo lo frecuentemente que pueda.

Saludos, mientras tanto.


Proximas actualizaciones: Detallarte, La ciudad: historias, Pensamientos en la azotea.



miércoles, 1 de octubre de 2008

Ayer quemé mi casa (Homenaje a Q.G.)

Ayer quemé mi casa
con todas las revistas,
cenizas de portadas
con discos de Bovb Dylan.
Ayer quemé mi casa,
mi caja de cerillas.
Si te preguntan di que no sabías nada.

Hoy no me detendrán.

Ayer quemé mi casa,
aún tengo en la retina
el humao de las llamas,
mis páginas escritas.
Ayer por la mañana
bajé a por gasolina,
despues quemé mi casa
por no quemar mi vida.

Hoy no me detendrán

Puedo tratar de acariciar la luna.
Puedo viajar lo lejos que soñé.
Puedo volar sobre las nubes sucias
después de ver mi casa arder.


En trámite

Mi vida sigue metida en cajas. Se alargan los días-caracol y se nota en los párpados, los músculos, la espalda. Tras tres días de mudanza e incomunicado con esta ciudad cibernética y deshabitada, trato de actualizar para informaros:
1. de mi situación "en trámite" justo a mitad de mudanza, a medio camino entre el apartamento que dejo y al que entro.
2. de que sigo vivo... y lo que me queda.
3. de que este fin de semana pasado estuve en Córdoba y disfruté como loco del concierto del sábado del Eutopía.

Os dejo. Hay que seguir con el trámite.

Muchos, muchos besos, saludos y demás a todos.

A.B.